Algunos reconfortantes ejemplos
EL SANTO PATRONO DE LOS POLÍTICOS Y GOBERNANTES
Santo Tomás Moro (More) nació en Inglaterra en 1477, estudió la carrera de leyes en la Universidad de Oxford, se convirtió en miembro del Parlamento británico y fue Canciller de Inglaterra.
Cuando el monarca Enrique VIII pretendió que el Papa declarara nulo su matrimonio religioso con Catalina de Aragón a fin de casarse con su amante Ana Bolena, y no lo logró, se declaró a sí mismo cabeza de la Iglesia en Inglaterra. A diferencia de otros políticos, santo Tomás Moro no sólo no apoyó al rey, sino que hasta renunció a su cargo como protesta. El monarca declaró que los que no lo aceptaran como verdadera autoridad de la Iglesia debían ser acusados de alta traición.
A pesar de la amenaza, el santo continuó fiel a la verdad y a su conciencia, negándose al capricho del rey, por lo que fue encarcelado y decapitado en 1535.
Fue, además de un piadoso cristiano, un humanista intelectual, escritor de varios libros, siendo Utopía el más famoso de ellos. En él describe una nación que no existe, donde el dinero no tiene valor, donde la gente no trabaja pensando en sí misma sino en el bien común, y donde rige la más auténtica democracia.
Santo Tomás era un enemigo de la injusticia que cometen los ricos y los funcionarios del gobierno contra los pobres y los desprotegidos.
Además, se adelantó en siglos a la promoción de la mujer, comenzando por la educación de sus hijas, a las cuales dio una instrucción equivalente a la universitaria de su tiempo. Con frecuencia invitaba a gente pobre a comer a su mesa, y rara vez invitaba a los ricos.
EL REY QUE SE DISFRAZABA
San Esteban, rey de Hungría entre el año 1000 y el 1038, daba tal cantidad de limosnas a los necesitados que la gente exclamaba: «¡Ahora sí se van a acabar los pobres!». Él personalmente atendía con bondad a todos los que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los más pobres, diciendo: «Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial». Para conocer mejor la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de albañil y salía de noche por las calles a repartir ayudas.
Éste fue su plan gubernamental: «Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor si en mí existe la capacidad de hacerlo».
SAN OLAF, EL REY VIKINGO
San Olaf II de Noruega fue rey de 1015 a 1028. De origen vikingo, participaba en actividades de saqueo; pero poco antes de acceder al trono se convirtió al cristianismo y cambió su modo de actuar.
Introdujo leyes que prohibían la poligamia, la violación, el rapto de las mujeres y el abandono de los recién nacidos.
También estableció la ley de igualdad, según la cual la aristocracia tenía que obedecer la ley y ser castigada en la misma medida que los campesinos.
SAN WENCESLAO, EL PACÍFICO
San Wenceslao I de Bohemia (República Checa) reinó de 924 a 938. Siempre prefirió la paz, y si era necesario pagaba económicamente por ella. Eliminó la lucha sin cuartel contra los cristianos, modificó el sistema judicial prohibiendo la pena capital y la tortura, defendió a los oprimidos y ayudó generosamente a los pobres, y para sí eligió una vida de sacrificios, oración y mortificaciones. Su propio hermano menor, Boleslao, que era pagano, asesinó por envidia a Wenceslao cuando éste entraba a un templo a realizar su habitual oración de adoración.
LOS OBREROS LO LLAMABAN «EL EMPERADOR DEL PUEBLO»
El beato Carlos I de Austria llegó al trono en plena Primera Guerra Mundial, y lo primero que hizo fue tratar de sacar al Imperio Austrohúngaro de la guerra, principalmente a causa del sufrimiento de los campesinos. Estaba tan dispuesto a lograr la paz que se le acusó de que la «mendigaba». Declaró una amnistía para los presos políticos, promulgó diversas normas para favorecer a la clase obrera, y defendió un plan de federalización, iniciando así la disolución del imperio. Apodado «el Emperador del pueblo» por los propios obreros, la aristocracia se burlaba de él.
Su plan gubernamental estuvo basado en la enseñanza social de la Iglesia. Fue un enamorado de la Eucaristía. Enfermó y murió a causa de la pobreza.
Emperador y rey, beato Carlos I de Austria, IV de Hungría y III de Bohemia. Reinó de 1916 a 1919.
ABDICAR AL TRONO ANTES QUE APOYAR EL ABORTO
El rey Balduino de Bélgica, católico, asumió el trono en 1951. Pero cuando el Parlamento de su país aprobó el aborto en 1990, el rey se negó repetidamente a firmar semejante ley de muerte, algo que según la Constitución era su deber, siendo además indispensable para que entrara en vigor. Entonces dimitió y quien lo sucedió la firmó de inmediato dándole vigencia. Pero como era muy querido por todos, en seguida el Parlamento hizo una votación reeligiendo a Balduino como monarca. Así, en realidad dejó de reinar sólo por 36 horas. Falleció en 1993.
TEMA DE LA SEMANA: LA BUENA POLÍTICA ESTÁ AL SERVICIO DE LA PAZ
Publicado en la edición impresa de El Observador del 30 de diciembre de 2018 No.1225