Buscando alguna oración para suplicarle a nuestra Madre de Guadalupe por la paz y la unidad de México en estos momentos delicados por los que estamos atravesando, me encontré con ésta «entrega» que el Papa san Juan Pablo II formuló en su cuarta visita a nuestro país:
«Confiamos a Santa María de Guadalupe, Patrona de México y de todo el continente, el destino de los pueblos americanos y de su nueva evangelización» (Enero de 1999).
Me hizo reflexionar lo siguiente: era ya la cuarta ocasión en la que nuestro querido Papa Juan Pablo II estaba en esta tierra, que conocía y amaba profundamente.
Al ver el giro que han tomado las políticas y las corrientes ideológicas y la falta de paz en nuestro país y varios más de Latinoamérica, me pregunto: ¿Es que la Virgen no escuchó el deseo del Papa al confiarle el destino de esta parte del mundo?
¿No será más bien que nosotros, los católicos, hemos fallado en dar un testimonio de unidad y paz; no hemos sabido defender los valores fundamentales de la vida desde sus inicios, y del matrimonio como Dios lo ha pensado en su plan divino de salvación; no hemos sabido evangelizar con suficiente fuerza y valentía?
Tema para reflexionar a conciencia, pues es bien sabido, también, que son muchos los milagros obtenidos por los que rezan a la Virgen bajo esta advocación. Dios Todopoderoso se complace en derramar sus dones por medio de aquella a quien Él escogió para ser su madre. Y existen millones de devotos a la Virgen de Guadalupe en nuestro país y en toda América.
¿Qué clase de devotos a la Virgen hemos sido?
No debemos, sin embargo, perder esperanza. Ese deseo del Papa de confiarle a la Virgen el destino de México por los caminos del bien y de la justicia, es también el deseo de Dios. Y también el nuestro. Pero tenemos que trabajar con más fuerza para dar un verdadero testimonio de unidad, hermandad y servicio.
«A Dios rogando y con el mazo dando». No hacer como que no vemos las situaciones injustas que vive nuestro país desde hace mucho tiempo, o no conformarnos con solo denunciarlas y quejarnos, sino ponernos a trabajar por el bien común.
Cada quien desde su trinchera, haciendo las cosas bien, siendo solidarios, honestos y justos, dando testimonio del amor que Dios nos tiene como hijos suyos.
Tenemos que estar alertas para no dejarnos envolver por las corrientes materialistas, hedonistas e individualistas que este mundo moderno nos propone, pues en muchas ocasiones nos dejamos llevar y no estamos dispuestos a sacrificar un poco o nada de nuestro «bienestar» a favor de los demás.
No podemos solos. Pidámosle a Dios que nos de fuerza y nos vaya mostrando el camino. Encomendemos, sí, a nuestro pueblo a la Virgen, pero ofrezcamos nuestras oraciones a la par que nuestra lucha diaria a favor de la paz y el bien común. Es tiempo de conversión.
«Santa María de Guadalupe, ¡salva nuestra Patria y aumenta nuestra Fe!»
«Virgen de Guadalupe, Reina de México, ruega por tu Nación»
«Sagrado Corazón de Jesús, perdónanos y sé nuestro Rey»
Ana María Escalante Cervantes
Carta de una lectora
TEMA DE LA SEMANA: HACIA EL QUINTO CENTENARIO DEL ACONTECIMIENTO GUADALUPANO
Publicado en la edición impresa de El Observador del 9 de diciembre de 2018 No.1222