Por Sergio Ibarra
El genio Beethoven -cuando iniciaba el mal que le quitaría el sentido del oído- nombró en su Quinta Sinfonía al primer movimiento «El destino llamando a la puerta».
El pasado primero de marzo la calificadora de riesgo Standars & Poors de México cambió a negativa la perspectiva sobre la condición crediticia de nuestra Patria. No es un asunto menor: la deuda del gobierno de México es mas del doble de la que se tenía en la crisis de los ochentas; se trata de una deuda superior a los 400 mil millones de dólares.
S&P, citando preocupaciones sobre las previsiones de crecimiento, declaró que la perspectiva negativa refleja nuestra opinión de que los potencialmente mayores pasivos contingentes y una menor previsión de crecimiento económico podrían erosionar el perfil financiero del soberano en cuestión.
Explicó que la perspectiva refleja el riesgo de que el cambio en políticas públicas dirigido a reducir la participación privada en el sector energético pueda aumentar los pasivos contingentes y disminuir el crecimiento económico. Al respecto, la calificadora afirmó: esperamos que la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador implemente políticas económicas pragmáticas que balanceen las prioridades sociales con la necesidad de mantener estabilidad macroeconómica.
Traducido lo anterior en términos ciudadanos este anuncio va dirigido a la comunidad financiera especuladora. Esa que el economista Williamson, ganador del premio Nobel, echó de cabeza por hacer uso de información privilegiada que, con la condescendencia de la sociedad civil, mete y saca capitales de un país o de una empresa en la bolsa importándole muy poco las consecuencias sociales de sus actos.
Las decisiones tomadas por el señor Andrés Manuel López Obrador en materia económica, de seguridad, financiera, energética, logística, social y laboral están alimentando de una manera franca a que la especulación financiera desastrosa de aquellos tiempos de los setentas y los ochentas, tan dificil de explicar a las actuales generaciones, esté tocando a la puerta. Meterle mano a tantas cosas del costal que conforma la paz de la Nación sin un plan, sin un designio, ni conciencia de las consecuencias que puede traer al orden implicado, es un riesgo grave, tanto, que la comunidad internacional ya nos ha enviado un primer aviso.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 10 de marzo de 2019 No.1235