Editorial

Varios elementos destacan de la consumación de la Independencia de México hace 203 años. Elementos que bien podrían volver a situarnos en una perspectiva de vida que hemos olvidado, quizá por imitación de modelos ajenos; quizá por ansia y ambición política. O, también quizá, por ignorancia.  Jacques Maritain solía decir que las esencias exigen ser respetadas. No admiradas, respetadas. Y a poco que se estudie el Acta que una Junta Soberana impuesta, sí, por Agustín de Iturbide, se encontrarán por los menos tres temas importantes y que, haya sido como haya sido, están en nuestra esencia como nación.

El primer tema importante es la noción de que existe un ser superior (en el Acta del 28 de septiembre de 1821 lo llaman el Autor de la Naturaleza) el cual es el que concede a los hombres y a los pueblos sus derechos y no los estados o los gobiernos en turno. Cuando el hombre es su propia medida, todos los caprichos se pueden llevar a cabo en nombre del pueblo, de la raza, del destino o de la “soberanía”.

El segundo asunto que expresa el Acta es que la forma de gobierno que debe prevalecer es la que más convenga a la felicidad de la nación. Es decir, una forma de gobierno que, lejos de todo interés de partido, de camarilla o de capilla, vele por el interés general. Es lo que la Iglesia católica, en su doctrina, ha definido como bien común.

Finalmente, el tercer punto a resaltar tiene que ver con la relación que debe guardar la nación mexicana, recién amanecida a la libertad, con España. Habían pasado, exactamente, 300 años desde la caída de México-Tenochtitlan (13 de agosto de 1521) y era más que probable que pudiera hablarse de una ruptura violenta. Al contrario: los 34 que firmaron el Acta dejaron en claro que las relaciones iban a ser de “amistad estrecha”. De cooperación fraterna. Atrás quedaba el odio, porque no hay nación que dure (la nuestra nació como un Imperio) si en sus bases, en su esencia, se encuentra el “príncipe de la división”.

Lecciones de la historia que los mexicanos desconocemos por negligencia y, probablemente, porque los libros de texto que las describen están tocados por una feroz ideología.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 24 de septiembre de 2023 No. 1472

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