La oración y los sacramentos hacen un hogar mejor
Por Modesto Lule MSP
El otoño había llegado, y el césped estaba tapizado con las hojas del árbol de durazno. Las plantas se encontraban cubiertas del rocío de la mañana y la pequeña Rosita salió a jugar con su pelota. Esa era su costumbre cuando sus papás comenzaban a pelear y ese día había comenzado nuevamente una discusión. Ella quería mucho a sus papás, y le dolía ver cómo peleaban continua-
mente. Un día, su padre llegó ebrio a casa y comenzó a golpear a su esposa. Como ya era muy noche, Rosita no pudo salir. La madre de Rosita no se quedó con los brazos cruzados, comenzó a defenderse. Le gritaba a su esposo que ya estaba harta de los malditos celos y que no aguantaba más. –Mejor vamos a divorciarnos para acabar con este martirio -gritó la esposa. –Eso es lo que quieres -respondió el esposo. –Pero ni loco te lo voy a dar. Ya estás que te friegas por irte con ese desgraciado. Toda la noche fue un tormento para la pareja y también para Rosita, que no pudo dormir sino hasta de madrugada.
El sueño de Rosita
Esa noche, en lo poco que pudo dormir, tuvo un sueño. En el sueño se le aparecía un ángel, ella lo saludaba y él le preguntaba muy contento cómo se encontraba.
– Me siento triste por lo de mis papás -decía Rosita al ángel. –Pero, por qué -preguntó el ángel.
– Es que se quieren separar y yo no quiero eso. No entiendo a los adultos. Se pelean por todo. Hasta por lo que no hacen. –Pero no estés triste -le dijo el ángel.
– Mira que me vas a hacer que me ponga triste. Mejor qué te parece y te concedo un deseo. ¿Qué te parece? Pídeme lo que quieras y te lo concedo.
– ¿Lo que sea? Preguntó Rosita.
– Sí, lo que sea -dijo el ángel.
– Bueno, pues quiero que se reconcilien mis papás.
– Pero yo sabía que tenías otros deseos -dijo el ángel.
– Por ejemplo, sabía que querías ir a Disneylandia y también que querías una casa de muñecas gigante.
– Pero ya no los quiero -respondió Rosita.
– ¿Entonces no quieres ningún juguete?
– No -remarcó la niña.
– ¿Entonces lo que quieres es que se quieran otra vez tus papás? -el ángel volvió a preguntar.
– Así es -contestó nuevamente Rosita.
– Bueno, bueno -repuso el ángel.
– Veré que puedo hacer. Por lo pronto tendré que enfrentarme en batalla con un pequeño diablillo que anda rondando por aquí cerca. Después vengo para decirte como salió todo.
– ¿Ya te vas? -peguntó Rosita.
– Así es -contestó el ángel.
– ¿Pero cómo te llamas? -preguntó Rosita.
– ¡Ah! Me llamo Amor. Y el dia-blillo con el que voy ir a enfrentarme en batalla se llama Duda, y hace mucho daño en los matrimonios. Duda empieza a trabajar en cualquiera de los esposos, y pronto obtiene sus frutos. Pero no te preocupes. Ya muchas veces lo he vencido y no creo que esta vez vaya a ser la excepción. Por ahora me retiro y espero tener muy pronto respuesta a tu petición.
El regalo
El ángel salió por la ventana dando un salto, y Rosita se acomodó en sus cobijas y siguió durmiendo. Pasado algún tiempo las cosas mejoraron en casa de Rosita. Las peleas de sus papás vinieron a menos hasta que ya no había más que pequeñas diferencias en algunas cuestiones de la casa. Todo cambió desde aquel día que los esposos participaron de un Retiro Matrimonial por petición del sacerdote que los visitó un día.
El esposo comprendió que sus celos no eran más que puras alucinaciones alimentadas por los comentarios de otras personas.
Comprendió que la más afectada era su pequeña hija. De esta manera se comprometió a tener más acercamiento a la Iglesia y con Dios.
La oración se hizo más frecuente en el hogar de Rosita, y la participación en los sacramentos también. Al cabo de un año, nació un hermanito para Rosita, todo esto después de que sus papás no podían tener familia. Rosita fue cada vez más alegre y feliz al ver lo mucho que se querían sus padres. Dios concede siempre nuevas oportunidades, y no hay regalo más grande que el amor en una familia.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 17 de marzo de 2019 No.1236