Por P. Fernando Pascual
Un aspecto importante para el correcto desarrollo humano radica en la apertura de las actividades humanas a la dimensión de lo universal. Por eso en los últimos años diversos estudiosos, y también los Papas, han avisado del peligro de una «excesiva sectorialización del saber», que alejaría a los pensadores de la perspectiva metafísica en la que se consigue una visión del conjunto válida para mejorar la vida humana (cf. Benedicto XVI, «Caritas in veritate» n. 31).
Otro aspecto importante para un correcto desarrollo económico radica en lo que Benedicto XVI llama «principio de gratuidad» y «lógica de don», que permiten promover una fraternidad (un tema al que también el Papa Francisco da un especial relieve en sus enseñanzas) en la que se unen las exigencias de la caridad y de la verdad (cf. «Caritas in veritate» n. 36).
Las dimensiones colaborativas sirven para encuadrar la dialéctica entre derechos y deberes. Como subrayaba el Papa Ratzinger, exagerar la perspectiva de los derechos puede menoscabar la atención a los deberes, con daños en las relaciones humanas y, en definitiva, en el mismo desarrollo de las personas y de las sociedades («Caritas in veritate» n. 43).
Uno de los ámbitos más concretos y hermosos de la colaboración humana se da en la familia y el matrimonio, en el que las generaciones se unen desde el amor y con lazos que permiten reconocer la centralidad de las personas. Por eso, recordaba el Papa Benedicto, los Estados tienen que ayudar a las familias con políticas adecuadas, en las que se reconozca el valor del matrimonio y se ayude a aquellas familias que tengan problemas económicos («Caritas in veritate» n. 44).
Otro ámbito va más allá de las simples relaciones humanas para abrirse a la atención hacia el ambiente en el que se desarrolla nuestra existencia, lo cual ha sido subrayado fuertemente en la encíclica «Laudato si'» del Papa Francisco.
Una visión de tipo determinístico, que niega la relación entre el hombre y Dios, puede llevar a perder el sentido de responsabilidad hacia el mundo creado. En cambio, una visión correcta de la importancia del ser humano evita los extremos de la explotación desordenada y de un respeto malsano hacia el medio ambiente, buscando aquel tipo de cultura que promueve lo que Benedicto XVI denominó como «justicia intergeneracional» («Caritas in veritate» n. 48).
La atención al ambiente está relacionada con la atención al respeto a la vida del ser humano, según una sana bioética. Por ello «Caritas in veritate» recuerda que la atención a la ecología humana promueve y tutela la defensa de la ecología ambiental. En las palabras del texto:
«El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros» («Caritas in veritate» n. 51).
Vivimos, pues, en relación: con los otros, con el ambiente, abiertos hacia el futuro. Por eso «el desarrollo de los pueblos depende sobre todo de que se reconozcan como parte de una sola familia, que colabora con verdadera comunión y está integrada por seres que no viven simplemente uno junto al otro» («Caritas in veritate» n. 53).