Por Jaime Septién

El primero de agosto de 1926, al decretar los obispos mexicanos -frente a la persecución de Calles- la suspensión de cultos y el cierre de los templos del país, Concepción Cabrera de Armida escribió esto en su Cuenta de Conciencia:

Hoy hizo el Papa (Pío XI) que todo el mundo católico pidiera por México. Indignación general con el Gobierno. Una manifestación anticatólica. Qué día tan triste y pesado para mi corazón, y para todos los católicos que amamos nuestra religión. ¡Cuántas apostasías! «¡No a éste, sino a Barrabás!» Eso sentiría hondamente hoy el Sagrado Corazón de Jesús. ¡Cuántos pecados de respeto humano! Blasfemias y discursos contra la Iglesia de Dios. Estoy consternada haciendo actos de reparación. ¡Dios mío, tu México!

La beatificación de Conchita junto con los 8,493 asesinatos los tres primeros meses de 2019 (el registro más alto de la historia), me hacen volver a estas palabras, a esta preocupación, a la plegaria y advertencia de la novísima beata: Dios mío, ¿a dónde hemos llevado tu México?
Los actos de reparación que podemos hoy cumplir –ante la brutal deshumanización que nos acecha— los resumo en dos palabras: orar y respetar. Orar por la Patria y respetar en cada mexicano su dignidad. De ello depende que no haya un Calles en el horizonte. Ni otra Cristiada… u otra Guerra de Reforma.

TEMA DE LA SEMANA: CONCHITA CABRERA: «¡DIOS MÍO, TU MÉXICO!»
Publicado en la edición impresa de El Observador del 21 de abril de 2019 No.1241

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