Por Luis Antonio Hernández*
Este domingo 2 de junio la Iglesia celebrará la edición número 53 de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, evento que fue instituido por San Pablo VI, en 1967 por mandamiento expreso del Concilio Vaticano II, y que anualmente coincide con la solemnidad de la Ascensión del Señor.
«Somos miembros unos de los otros». De las comunidades en las redes sociales a las comunidades humanas, es el tema que el Santo Padre ha elegido para esta ocasión, en la que nos invita a reflexionar sobre los desafíos del contexto comunicativo actual y el anhelo -hoy más que nunca presente- del ser humano que no quiere permanecer en su propia soledad.
Internet constituye hoy en día uno de los recursos más importantes de nuestro tiempo, una fuente de conocimientos y relaciones hasta hace poco inimaginables, así como una valiosa herramienta para que estemos más en contacto, nos encontremos y ayudemos.
Sin embargo, en los últimos años también se ha convertido en uno de los lugares más proclives a la desinformación y la distorsión consciente y planificada de la realidad, en un espacio propicio para la descalificación, las injurias y el acoso cibernético.
En los últimos meses hemos sido testigos del uso indiscriminado y la manipulación que entidades comerciales, políticas y hasta grupos delincuenciales, realizan de las redes sociales, sin el más mínimo respeto a las personas, su dignidad y derechos.
En nuestro país, Twitter y Facebook, han protagonizado en los últimos meses vergonzosos episodios de desinformación, propagación de noticias falsas, así como crueles e indignantes campañas de discriminación, difamación y linchamientos públicos, originados principalmente por prejuicios y diferencias políticas, sociales e ideológicas, circunstancias, que sin duda han abonado significativamente al clima de polarización social en el que nuestro país se encuentra inmerso.
Esta dramática situación evidencia un grave deterioro del tejido racional de la sociedad, que deja al descubierto una herida que no podemos ignorar.
La complejidad de este escenario nos obliga a reflexionar sobre la naturaleza de las redes sociales, a redescubrir sus potencialidades positivas, a comprender que, al igual que en las comunidades humanas, estas necesitan de solidaridad, de perseguir objetivos compartidos, de escucha recíproca, de diálogo, pero sobre todo de respeto y utilización de una conducta y lenguaje responsables.
Los creyentes estamos llamados a promover que las plataformas digitales se conviertan en un recurso para favorecer el encuentro con los demás, en herramientas humanizadas, libres y seguras que nos proporcionen la posibilidad de acercarnos a historias, experiencias e información que nos permitan mantenernos unidos en torno de nuestros valores fundamentales y aspiraciones comunes.
Por su naturaleza y alcance las redes pueden convertirse en instrumentos de gran utilidad para construir caminos de reconciliación entre las autoridades y los diferentes sectores sociales que integran esta gran nación, transformarse en medios de influencia positiva que nos ayuden a alcanzar juntos el bien de todos.
*El autor es Director de Voto Católico.