Por fray Luis de Granada (Año 1588)

Tres cosas hay, amado lector, que notablemente aprovechan al ánima que desea salvarse. Una es la palabra de Dios; otra es la continua oración; otra es el recibir muchas veces el precioso Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo (…).

Ruégote, por amor de Dios, que sepas mirar y estimar este presente libro, y verás en ti mismo cuán de verdad ha obrado Dios en ti, mediante estas palabras, no una de estas tres cosas, más
todas juntas (…).

Y todo esto hallarás tan abundosamente en esta mesa, tan pobre en pompa de palabras, y tan rica y harta en las sentencias, que cierto yo tengo muy creído que tú me reprehendas después de leído, de corto, por no haber sabido alabar este libro como merece ser alabado.

Y dirás con el rey David (Sal. 47): «Así como lo oímos, así lo vimos»; y aun con la reina de Sabá, cuando decía (3 Rey. 10): «Mayor es tu hecho que tu fama». Prueba, toca, gusta, y verás la gran eficacia de aquestas palabras, y comerás un maná que te sepa muy bien a todo lo que hubieres gana, como el otro hacía: lo cual significaba, como Orígenes dice, la virtud que tiene la Palabra de Dios, que a quien de buena gana la recibe, obra en él lo que ha menester.

Pues ten una cosa por averiguada, que si te llegas a este libro con alguna atención y gana de aprovechar, hallarás remedio para tu necesidad. De manera, que muchas veces dirás: este capítulo que ahora abrí, al propósito de lo que yo había menester ha hablado. Aquí, si fueres soberbio, hallarás palabras que te humillen.

Si demasiadamente desconfías, y tienes las alas del corazón, como dicen, caídas, aquí hallarás mucho esfuerzo. Si eres descontentadizo y congojoso, lleno de voluntad propia, madre de toda maldad y de todo trabajo, aquí te enseñará a poner todas tus cosas en Dios, y vivir en un santo descuido debajo de la confianza de aquel Señor que todo lo provee. Y si has sido descuidado, y caes en otro extremo, que es no poner diligencia en las cosas que conviene, aquí hallarás aguijones con que eches de ti aquel falso sosiego. O si estás alegre demasiadamente, como muchas veces suele acaecer, lee aquí, y templarás tu alegría; y si triste, como las más veces acaece, irás consolado de aquí.

¿Qué te diré, sino que verás y sentirás aquí la grandeza de Dios, que mediante unas pocas palabras da a entender cómo es todo en todas las cosas? Todo lo cual remito a ti mismo, si leerlo quisieres, creyendo muy cierto que no me tacharás de vano alabador, viendo tú mismo en ti la misma verdad y provecho (…)

Y aun porque lo traigas siempre contigo do quiera que fueres, se imprimió pequeño, como lo ves; para que así como no es pesado en lo de dentro, no lo sea en lo de fuera, y tengas un compañero fiel, un consuelo en tus trabajos, un maestro en tus dudas, un arte para orar al Señor, una regla para vivir, una confianza para morir, uno que te diga de ti lo que tú mismo no alcanzas, y en que veas quién es el Señor, que tal poder dio a los hombres que tales palabras hablasen(…).

Y aunque no hemos de mirar tanto el autor que habla, cuanto lo que habla, es bien que sepas que quien hizo este libro no es Gerson, como hasta aquí se intitulaba, mas sí fray Tomás de Kempis (…), el cual comienza así: En el nombre de Jesucristo nuestro Señor.

TEMA DE LA SEMANA: VOLVER A KEMPIS PARA ECHAR ALMA

Publicado en la edición impresa de El Observador del 21 de julio de 2019 No.1254

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