Todos buscamos la felicidad de manera constante, asistimos a cursos, conferencias y talleres; leemos libros de autoayuda, vemos películas, buscamos relaciones afectivas, hacemos vida social, y no llega; esperamos al mañana para encontrar el momento oportuno, creamos expectativas y eventos próximos. Además, tenemos ideales hacia el futuro, para cuando maduremos, nos hagamos viejos, los hijos crezcan, para cuando nos casemos, o para cuando llegue la jubilación; en el próximo verano o quizás a fin de año.
Por Mary Velázquez Dorantes
La sociedad hoy tiene diferentes padecimientos, entre los que se encuentra «el síndrome de la felicidad aplazada», aquella que esta «esperando» la ocasión ideal, o quizás la más perfecta. La que sustituye el momento real y presente por uno que no existe de forma cierta. Este nuevo síndrome está afectando a un 40% de la población. Otros le llaman la mala gestión del tiempo, la costumbre de la existencia, la monotonía perpetua. Cualquiera de sus referencias apela a la falta de satisfacción con el momento actual; se sacrifican los años, las fuerzas, las tareas, las oportunidades, muchas veces para alcanzar una vida de mayor comodidad o de bienes materiales, otras tantas debido al temor del cambio y en algunas ocasiones por falta de seguridad personal.
La felicidad sucede pero, ¿cómo podemos detectarla y no aplazarla?, ¿cuál es el método para sentirnos plenos sin pensar en el mañana o cómo podemos gestionar nuestra felicidad en el hoy?. He aquí unos cuantos consejos.
No viajes en el tiempo
El futuro aún no ha llegado, el pasado se ha marchado, lo único que te queda en tus manos es el presente. Existen grandes cosas que aún no se conocen, el mundo avanza a su propio tiempo, no existe ser humano que pueda adelantar o atrasar los segundos de una vida. Aquí está lo incierto de la felicidad plena: el cerebro humano es la máquina de anticipación, los hombres formulan ideas siempre para el futuro y no analizan su momento actual.
Dejamos para más tarde la realidad increíble de la existencia, nos preguntamos qué vamos hacer mañana y atesoramos con melancolía el pasado. Esta es la muestra de incapacidad que caracteriza a las personas cuyo padecimiento es la felicidad tardía. Existen grandes investigadores y escritores sobre la felicidad y todos coinciden de diferentes formas en algo que vive aquí y ahora.
En palabras mágicas, o si gustas a modo de receta, el secreto no está en el futuro. La realización de la persona es su presente, una cuestión mental y física, pero que ocurre en la conciencia y el corazón humano. Las personas que deambulan en lo pasado y en lo futuro pierden la espontaneidad, limitan su ahora y se empecinan en sus proyecciones. Es quizás ésta una razón por la cual no somos felices.
Emociónate mucho, aunque pareza poco
La felicidad no dura mucho, es una pizca constante que se tiene que hacer: las personas debemos aprender a reconocer los momentos felices y emocionarnos con ellos. Lo negativo de la vida puede perdurar más que lo positivo, una sonrisa o un momento de paz breve puede ser minimizado por un momento de ira, dado que todo individuo es emocional. Podemos sentirnos felices como indefensos, llenos de tranquilidad o deprimidos, es cuestión de elegir la emoción correcta.
La propia felicidad se ha convertido en una ciencia, todos la anhelamos y pocos la reconocemos. La imaginamos tanto que cuando sucede no la sentimos; es por ello importante emocionarte cuando aparezca, si la piensas se esfuma.
Existen personas que la confunden con el dinero, las nuevas relaciones, el sexo, el ejercicio físico, la salud, las mascotas, las vacaciones -pero ser feliz requiere de gratitud para la vida, de propósitos, de satisfacción concreta- y detrás de ello viene un conjunto de emociones y sentimientos que te hacen sentir feliz. Nos sentimos felices porque vivimos la emoción de la felicidad, si solo la planeamos o tratamos de controlarla no la vamos a sentir.
No la aplaces, vívela ahora
Es una praxis filosófica el no aplazar la felicidad. Es un camino constante y es una realidad existente, todos queremos vivir felices, entonces no te opongas a serlo. Muchas veces se cree que la felicidad es un nivel de inversión, de equipamiento material. Es más bien el mantenimiento de las sensaciones, la inversión de los sucesos tal y como llegan. Muchas veces la felicidad está en la sala de espera y no la reconocemos, ¿cómo podemos encontrarla a simple vista en tu plato de comida, en el camino de regreso a casa, en la mirada reflexiva sobre tu alrededor, en la emoción de ver a los que amas, en las imperfecciones del otro que lo hacen único, en la calma de una tarde calurosa, en el reconocimiento del otro?, dado que para ser felices se requiere de aprendizaje observacional de lo que sucede alrededor tuyo.
La felicidad no se saca debajo de las rocas sino observando a los demás, aprendiendo de los colores de la vida, en la forma en cómo se interpretan las situaciones y en la explosión de emociones que suceden cuando te detienes a ser feliz en el presente. Para qué esperar el ahorro, la pensión, el automóvil nuevo, si para cuando llegue ese momento ya estarás esperando otro tanto de situaciones.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 28 de julio de 2019 No.1255