Aunque en los primeros años de existencia de la Iglesia no se hablaba de parroquias como ahora, este término sí está implícito en la Biblia.

Parroquia viene del vocablo griego paroikía, el que a su vez se deriva de la palabra paroiken, que significa «vivir cerca». Así que el significado profano de parroquia es «los que viven junto a» o «los que habitan en vecindad».

En el Antiguo Testamento, en la traducción griega de los Setenta, la palabra paroikein equivale a ser extranjero o emigrante, peregrinar o vivir como forastero con domicilio en un país, con cierta garantía de protección por parte de la comunidad, pero sin derecho de ciudadanía.

Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, la paroikia es, pues, la comunidad de creyentes que se consideran extranjeros en este mundo pero ciudadanos del Cielo:

  • «Así, pues, ya no son extranjeros ni huéspedes, sino ciudadanos de la ciudad de los santos; ustedes son de la casa de Dios» (Efesios 2, 19).
  • «… tomen, pues, en serio estos años en que viven fuera de la patria » (I Pedro 1, 17).
  • «Amados hermanos, por ser aquí extranjeros y gente de paso, les ruego que se abstengan de los deseos carnales que hacen la guerra al alma» (I Pedro 2, 11).
  • «Todos murieron como creyentes. No habían conseguido lo prometido, pero lo habían visto y reconocido desde lejos, confesándose extraños y peregrinos en la Tierra» (Hebreos 11,13).

En los escritos apostólicos de la Iglesia primitiva se da una identificación entre parroquia, Iglesia, reunión o asamblea cultual.

Sólo hacia el año 155 después de Cristo el término paroikía adquirió un significado que era secundario: el conjunto de viviendas y de personas que formaban lo que luego se llamó diócesis.

Publicado en la edición impresa de El Observador del 18 de agosto de 2019 No.1258

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