Cuando Teresa de Calcuta salió del convento, llevaba en el bolsillo cinco rupias —la moneda de la India— que le regaló su arzobispo, y con ellas, después de rezar mucho, consiguió como refugio una casita en un barrio infestado de basura. También lo usaría como escuela para los pobres niños de la zona. La gente se dio cuenta de lo que esa santa mujer hacía, y comenzó a regalarle cosas: una mesa, una silla…
Había tanta miseria que ella, pequeña de estatura —midió metro y medio antes de que los años la fueran encogiendo y encorvando, para hacerla aún de menor tamaño—, pero muy grande de corazón, trabajaba a diario 21 horas seguidas juntando comida y medicinas, y dando atención con esto a todas las personas que podía. A veces recogían a enfermos y moribundos de la calle, cargándolos a hombros o en carretilla, y los llevaban a los hospitales.
Cuando se sumaron a su proyecto las primeras cuatro mujeres, apenas cabían en la primera casita, así que un padre de familia les ofreció vivir gratis en el segundo piso de su propia casa; y, como la orden siguió creciendo, les dio también el ático. Más tarde un ex magistrado musulmán les donó una de sus viviendas, que se convirtió en la casa matriz de las Misioneras de la Caridad.
Ellas trabajaban en lugares como la estación de trenes Sealdah, donde, por aquellos años, en promedio llegaban a Calcuta cuatro mil desposeídos cada día.
Luego la madre Teresa logró abrir su primer albergue infantil, Shisu Bhavan («Casa de los niños»), y un edificio abandonado que alguna vez habían usado los peregrinos paganos que adoraban a la diosa Kali lo convirtió en el primer albergue para moribundos, al que llamó Nirmal Hriday («Hogar de los corazones puros»). Algunos años después, en un lote de 60 hectáreas que le regaló el gobierno, abrió Shanti Nagar («El pueblo de la paz»), que es una comunidad para que los leprosos y sus familias puedan llevar ahí una vida normal, teniendo sus propias casas y trabajando.
El Papa Pablo VI visitó en 1964 a la madre Teresa y la dio a conocer al mundo. Eso hizo que muchas personas quisieran apoyarla: le enviaban dinero, viajaban a Calcuta para trabajar como voluntarios, o hasta ingresaban a su orden religiosa.
Gracias a eso se pudieron comenzar a abrir casas de ayuda por todo el mundo, porque en todos lados hay gente muy pobre, huérfanos, ancianos, ciegos, leprosos, sidosos, discapacitados, etcétera. La pobreza no sólo consiste en carencia de alimentos, techo o dinero, sino también significa soledad y abandono; por ello también en los llamados países ricos se dio cuenta de que debía abrir casas.
Cuando ya llevaba dos décadas de su caridad misionera, santa teresa de Calcuta dijo: «En estos 20 años de trabajo con la gente he llegado a confirmar que el desamor es el peor mal que el ser humano puede experimentar».
Cuando le preguntaron a santa Teresa de Calcuta cuál sería el futuro de su congregación después de que ella muriera, respondió: «Déjenme morir primero y luego Dios proveerá».
Pues bien, Dios lo ha hecho, así que la obra de la diminuta madre Teresa no sólo continuó sino que creció.
- Las Misioneras de la Caridad están presentes actualmente en más de ciento veinte países
LA CARIDAD QUE RECORRE EL MUNDO
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- Uzbequistán
- Venezuela
- Yemen
- Zambia
- Zimbabwe
- Aproximadamente a la mitad de estos lugares llegaron las Misioneras de la Caridad sólo años después de la muerte de santa Teresa de Calcuta, lo que demuestra que su obra y su carisma religioso siguen muy vivos.
- Hoy la orden tiene aproximadamente unas cuatro mil 500 religiosas, a las que ayudan más de 70 mil colaboradores seglares.
- El lugar donde más comunidades tienen es, desde luego, la India, con 145; sólo en la ciudad de Calcuta, cuna de esta gran obra, hay 19.
- El primer país fuera de la India a donde llegaron las Misioneras de la Caridad fue Venezuela, en 1965, y están trabajando en 6 poblaciones distintas.
- Estados Unidos es el segundo país con más casas de atención, pues tiene más de 20. La primera se abrió en Nueva York, para atender a personas con SIDA cuando nadie se atrevía a acercárseles.
En México las Misioneras de la Caridad tienen 15 casas activas, diseminadas por varias entidades federativas. En la casa que tienen en Santa Fe, Ciudad de México, albergan a niños abandonados en las calles u hospitales por tener parálisis cerebral, síndrome de Down, hidrocefalia u otros males, y también es el hogar de 35 adultos mayores con afectaciones físicas y psicológicas.
EO / Redacción
TEMA DE LA SEMANA: LA OBRA DE SANTA TERESA DE CALCUTA, ¿SIGUE VIVA?
Publicado en la edición impresa de El Observador del 1 de septiembre de 2019 No.1260