Por Arturo Zárate Ruiz

Un elogio frecuente al cristianismo es que en los países donde ha florecido, se dice, el progreso material ha florecido también. Los países cristianos suelen ser los más ricos, según se afirma. Por tanto, el cristianismo es la mejor religión del mundo.

En gran medida, también se considera que los países con mayor desarrollo científico y tecnológico hoy lo son porque han sido cristianos por muchos siglos: los europeos, y los de América del Norte, en particular aquéllos donde ha predominado el protestantismo.

Se habla también del cristianismo como detonador de todo el esfuerzo civilizatorio que permitió a la llamada cultura occidental desarrollarse, con sus universidades, libertades económicas y políticas, su arte, sus derechos humanos.

Así, aunque especialmente con la promesa del dinero, no pocas iglesias protestantes buscan seguidores. “Si te haces cristiano en mi iglesia”, dicen, “serás muy rico”.

En fin, me es difícil negar el esfuerzo civilizatorio del cristianismo. Como religión nunca se ha opuesto a la razón, más bien la ha estimulado a punto de que las naciones católicas han sido el lugar de origen de las universidades. Y donde florece particularmente el catolicismo, han florecido todas las virtudes: la sabiduría, la ciencia, el arte (o técnica), el entendimiento, la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza en un balance admirable.

No debe sorprendernos que, en ese balance, se genere dinero. Pero, por el mismo balance, siento decirle al avaro, el dinero no es lo principal.

Por ejemplo, los pueblos protestantes que llegaron a Norteamérica no sufrieron ese “escrúpulo católico” de no practicar de lleno el genocidio contra los nativos. Al deshacerse aquéllos, sin ningún desmayo, de los nativos y de los campesinos, ya no tuvieron necesidad de una reforma agraria que protegiese a los dueños originales de esas tierras. Los nuevos agricultores son así los más grandes terratenientes, tremendamente productivos y riquísimos.

De hecho, los países más ricos (ingreso per cápita) del mundo no son ni siquiera cristianos. O son musulmanes o son países en que el cristianismo es mero membrete por la secularización de su población: Qatar, Luxemburgo, Singapur, Brunéi, Kuwait, Noruega y Emiratos Árabes Unidos.

Puedo afirmar que si uno pone a un lado el balance de las virtudes y sólo procura aquellas que generan dinero, uno se volverá más fácilmente rico. Hoy el segundo país más poderoso del mundo es ateo militante y totalitarista. Me refiero a China. Sin escrúpulos pronto podría ser el país más poderoso del mundo.

Al final, Mammón, el demonio del dinero, sabrá responder con millones de millones a sus adeptos. Pero sin el balance de las virtudes, no sabrán esos adeptos ni siquiera hacer una fiesta. Comprarán, como ocurre en muchos países protestantes, mucho vino, pero para emborracharse y embrutecerse, no para alegrar los corazones y estrechar la amistad.

Y sólo quedarán de esos pueblos las ruinas, como ocurrió con los filisteos, los fenicios y los cartagineses, las naciones más ricas de su tiempo. He allí que por procurar ellos sólo el dinero, nadie las recuerda ahora.

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