Por Josefa Romo

Precede octubre la fiesta de los Arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel (29 de septiem-bre), cuyos nombres nos da la Biblia, y casi comienza octubre con la fiesta de los Ángeles Custo-dios o de la Guarda (día 2). Inglaterra fue pionera en la celebración de la fiesta de los Ángeles de la Guarda (año 800), y a principios del siglo XVII el Papa la hizo universal.

En el momento de nuestra concepción, Dios nos regala un Ángel a cada uno, un ser personal y bondadoso que nos acompaña en el tiempo y en la eternidad, salvo en el caso de condenación en el Infierno. Sobre estos ángeles, el Papa Francisco dijo que nuestro Ángel “jamás nos deja solos, y nos ayuda a no errar el camino; que nos protege, nos hace oír las cosas (…) ¿Lo escucho? ¿Le doy los buenos días en la mañana? ¿Le digo que me proteja durante el sueño? ¿Le pido con-sejo? (…) Él ve siempre el rostro del Padre que está en el cielo”.

También existen demonios (es dogma de Fe), “ángeles caídos”. ¡Cuidado con ellos! Hay que en-comendarse a la Virgen y a San Miguel. Jesús llamó a Satanás, príncipe de los diablos, “padre de la mentira”. Los demonios nos pintan el mal como si fuera bien, para apartarnos de la rectitud que nos conduce a la felicidad eterna en el Cielo, que ellos perdieron por rebelarse contra Dios al principio de los tiempos.

Existen diversas oraciones al Ángel de la guarda; pero la más popular es ésta:

“Ángel de mi Guarda, dulce compañía,
no me desampares ni de noche ni de día,
no me dejes sólo que me perdería”.

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