Los esposos deben atreverse con valor a predicar sin complejos, superando toda monotonía y vejez esta bella realidad
Por Hno. José Ernesto Hernández Rodríguez, MSP
Mientras hacía uso del metro de la Ciudad de México fue imposible no ver parejas que se besen, que se abracen, que se hacen cariños, que se toman de la mano, se expresan de muchos modos el supuesto amor que al parecer se tienen, pero lo que me lleva a esta reflexión es que estoy hablando de parejas entre personas del mismo sexo. Esta realidad abunda sin ninguna censura y hasta con una intencionada promoción en medios de comunicación, en redes sociales, en letras musicales, en discursos políticos. Pareciera que es lo de hoy, todo bajo argumentos de «igualdad», de «inclusión» y de supuestos «derechos», en fin. Esto parece campaña.
Ante esto me preguntaba: ¿Dónde están los matrimonios con toda la extensión de la palabra, hombre y mujer que se han unido en matrimonio? ¿Dónde están los matrimonios que han sido la única institución natural generadora de vida? ¿Qué ha pasado con esa institución natural tan hermosa y necesaria de la que todos hemos salido que es la familia? Caigo a la cuenta que, ante esta invasión de nuevos y a la vez absurdos modelos de uniones, que además pretenden imponerse a toda costa, es necesario reaccionar. Un modo de hacerlo será que los esposos prediquen con su vida y con todas las expresiones posibles el amor natural que se tienen, exclusivo entre un hombre y una mujer. Urge predicar el evangelio de la familia que es alegría, que llena el corazón y la vida entera (cf. Amoris Laetitia N° 200)
Aquí cinco pasos para predicar el amor de esposos que se hace familia:
- Vivir públicamente la grandeza de su amor. Que los esposos se atrevan a demostrarse el amor públicamente, que se atrevan a darse el tiempo de salir juntos, tomarse de la mano, expresarse mutuamente lo natural y espontáneo del amor. ¿Cómo es posible que otros modelos de uniones, que nunca serán matrimonio, sean capaces de ventilar a los cuatro vientos sus preferencias, y los matrimonios que sí deberían hacerlo se dejan apagar por la monotonía o por la cultura del qué dirán? No es tiempo de callar.
- Vivir en la gracia de Dios y el esfuerzo mutuo. Ninguna vocación es fácil, pero en cada vocación es Dios quien toma la iniciativa. Los matrimonios que se mantienen abiertos a la gracia mediante la vivencia de la fe, a través de los sacramentos, y de la escucha de la palabra divina así como la voluntad y esfuerzo mutuo, podrán experimentar que sí se pueden mantener en la fidelidad y la perseverancia a pesar de todos los retos que deban enfrentar.
- Ser promotores del matrimonio: Que los esposos hablen a los novios con palabras y el testimonio de vida para animarlos y ayudarles a asumir el compromiso de fundar una familia mediante el sacramento del matrimonio, superando así la cultura de lo temporal, de lo líquido.
- Salir en familia: Que los esposos promuevan y favorezcan las reuniones y las salidas familiares, donde todos juntos, hijos, nietos, sobrinos, nueras, yernos, etc., puedan compartir un paseo, asistir a la Eucaristía, salir a comer o realizar actividades a campo abierto y anunciar así que el amor de esposos se hace familia. Es la familia la que hace la sociedad no las ideologías ni los falsos derechos. Esto también provocará la unidad familiar que el Papa ha dicho es indispensable.
- Cultivar siempre la fe: El mejor regalo que los padres de familia pueden dar a los hijos y a toda la familia es la herencia de la fe. Cuando hay en el hogar una fe sólida, arraigada en la palabra de Dios, en los sacramentos, en enseñanza oficial de la Iglesia y no solo en las tradiciones, las ideologías no entran al hogar.
Hagamos y promovamos la familia en estos tiempos en que muchos quieren destruirla.
Publicado en la edición impresa de El Observador del 8 de diciembre de 2019 No.1274