Por Jaime Septién
Cuentan que siendo confesor de un convento de carmelitas descalzas en Medina del Campo (España), le llevaron a fray Juan de la Cruz una monja que andaba aquejada de graves enfermedades y decían que estaba siendo usada por el demonio. Después de hablar con ella, fray Juan le dijo lo siguiente:
-Usted no tiene demonio, sino falta de juicio.
La conclusión es perfecta. No solo para la monjita, sino para nuestro tiempo. ¿Cuántas enfermedades, rupturas matrimoniales, infidelidades, desatenciones, excesos, adicciones, irresponsabilidades, faltas de agradecimiento, enojos y perezas atribuimos a una fuerza extraña (antes era el demonio, ahora son los otros, los padres, los profesores, los políticos…); alguien que nos «orilló a ser malos».
Fray Juan de la Cruz no se andaba por las ramas: lo que tenía la monja no era el diablo metido en el cuerpo, sino la necedad egoísta de llamar la atención o de ser el centro de las preocupaciones de sus hermanas de hábito. La falta de juicio que produce el egoísmo conduce a evitar toda culpa de lo que soy. Si soy así es por otros…
En su poesía, en su vida personal, incluso cuando lo encarcelaron injustamente, jamás san Juan de la Cruz cedió a la tentación de arrojar por la borda su libertad de hacer el bien. De amar a Dios por encima de todo. Y buscar, en la noche oscura, una luz para el alma. Sin pretextos, «que un alma enamorada es un alma blanda, mansa, humilde y paciente».
TEMA DE LA SEMANA: ASÍ ERA FRAY JUAN DE LA CRUZ
Publicado en la edición impresa de El Observador del 15 de diciembre de 2019 No.1275