Por José Francisco González, obispo de Campeche

Hace algunos meses, el papa Francisco dio a conocer una Carta Apostólica en forma Motu Proprio para instituir, en la Iglesia Universal, el Domingo de la Palabra de Dios. El documento se llama, en latín “Aperuit Illis”, que se toma de San Lucas. En efecto, cuando se narra el regreso de los peregrinos de Emaús, una Persona desconocida se acerca a ellos, y “les abrió a ellos la mente para comprender las Escrituras” (Lc 24,45).

El documento, de poca extensión, fue firmado por el Papa en las inmediaciones de su catedral, la Basílica Mayor de San Juan de Letrán, el 30 de septiembre de 2019, memoria litúrgica del patrono de los estudios bíblicos, San Jerónimo, a 1600 años de su muerte.

El Domingo de la Palabra de Dios quedó instituido el III domingo del tiempo ordinario. La intención tiene un doble objetivo: Por un lado, que los católicos apreciemos y valoremos más la Palabra de Dios, que la leamos, la meditemos, que la encarnemos en nuestro diario vivir. El otro objetivo es adoptar una adecuada actitud ecuménica. En esos días, se celebra el Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, que instituyó el papa Pablo VI, y que se clausura con la fiesta de la conversión San Pablo Apóstol (25 enero).

APRECIAR LA PALABRA

El Papa ha querido dedicar un domingo a la Palabra de Dios para hacer revivir en la Iglesia el gesto de Jesús resucitado que comparte el tesoro de su Palabra, para que podamos estar en el mundo y ser anunciadores de esa inagotable riqueza.

En esa jornada, el día debe ser para la reflexión y la divulgación de la Palabra divina, porque Ella nos llevará a la sólida y auténtica unidad. La Palabra debe ir ocupando un lugar preponderante en la vida cotidiana. ¡Cuánto hace falta, más aún en los católicos, la lectura frecuente de la Biblia! Con la Biblia se puede profundizar en el mensaje divino, se puede orar, particularmente con la apreciada “Lectio Divina”. La Biblia pertenece a todos, no a unos pocos, pues es el Libro del Pueblo de Dios.

En su Exhortación Apostólica “Evangelii gaudium” Nº 142, el Papa ya había aludido a la importancia de la homilía. Ahora, en este documento, papa Francisco señala que la homilía posee una carácter casi sacramental. Los que predicamos debemos ayudar a nuestros hermanos a profundizar la Palabra de Dios con un lenguaje sencillo y adaptado, que permita apreciar la belleza de las imágenes bíblicas. Asegura el Pontífice que la homilía es una oportunidad que no se debe perder para acercar más la Biblia a los bautizados.

CATEQUISTA, MAESTRO DE LA PALABRA

El Papa también menciona a los catequistas. Les insta a que crezcan en la fe, y se comprometan a renovarse a través de la familiaridad con el estudio y la lectura de la Biblia. Los catequistas deben ser maestros de la Palabra. El catequista acompaña el amor a la fe y hace radicar la experiencia religiosa. Aquí podemos mencionar la frase del gran moralista B. Häring: “Hay religión únicamente cuando la Palabra de Dios y la respuesta del hombre se encuentran, cuando Dios y el hombre se hablan”.

Una óptima intuición del Papa es la de unir, en “Aperuit Illis”, la Palabra de Dios con la Eucaristía. En el Nº 8 recalca que la unidad: Biblia-Eucaristía es indivisible e inseparable. En la medida en que sea más frecuente la vivencia de la Eucaristía y de la lectura de las Sagradas Escrituras habrá un reconocimiento entre el Pastor y las ovejas, un aprecio entre Jesús y nosotros. Por eso el Sucesor de Pedro recalca: “El día dedicado a la Biblia quiere ser no ‘una vez al año’, sino durante todo el año, para que sintamos la urgente necesidad de convertirnos en familiares cercanos de las Sagradas Escrituras y del Resucitado, quien no cesa de darnos la Palabra y el Pan”.

¡Danos, Señor, de ese Pan!

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