El Evangelio de este domingo se refiere al bautismo de Jesucristo, que le administró Juan el Bautista (cfr. Mt 3, 13-17). Por supuesto que, siendo Dios, Jesús no tenía necesidad de bautizarse, y además el bautismo de Juan ni siquiera era un sacramento (por eso lo escribimos con minúscula), pero sí un signo exterior de conversión, de ahí que las personas acudían para ser bautizadas, «confesando sus pecados» (Mt 3, 6), ya que toda verdadera conversión es un abandonar el pecado y volverse hacia Dios; por eso el Evangelio llama en otra parte al bautismo de Juan «un bautismo de conversión» (Mc 1, 4).
Jesús bendijo el agua con su bautizo, e instauró el sacramento del Bautismo (ahora sí con mayúscula), que es la puerta de entrada a la vida de la Gracia, o sea a la vida en Dios.
PECADOS BORRADOS
En el Credo se proclama: «Creo en un solo Bautismo para el perdón de los pecados».
El Catecismo de la Iglesia Católica explica: «Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al Bautismo: ‘Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará’
(Mc 16, 15-16)” (n. 977).
También que, «al recibir el santo Bautismo que nos purifica, es tan pleno y tan completo el perdón que recibimos, que no nos queda absolutamente nada por borrar, sea de la culpa original, sea de cualquier otra cometida u omitida por nuestra propia voluntad, ni ninguna pena que sufrir para expiarla» (n. 976).
SE PUEDE VOLVER A PECAR
Sin embargo, la Gracia del Bautismo no libra a la persona de volver a pecar. Y no es posible bautizarse de nuevo para borrar otra vez los pecados; para ello Jesús estableció otro sacramento:
«Para los que han caído después del Bautismo, es necesario para la salvación este sacramento de la Penitencia, como lo es el Bautismo para quienes aún no han sido regenerados» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 980).
EFECTOS MARAVILLOSOS
Cuando un ser humano, sea un bebé recién nacido o un adulto de cualquier edad, recibe el sacramento del Bautismo ocurren cosas invisibles pero maravillosas y absolutamente verdaderas, las cuales pueden resumirse en esto: que el bautizado es justificado ante Dios.
La justificación es el hecho sobrenatural por el cual Dios, mediante su Gracia, hace justo al hombre, es decir, lo hace santo, destruyendo totalmente en él todo pecado. Pero que el bautizado conserve o no esa santidad dependerá en adelante de su docilidad a Dios.
Al ser justificado, el bautizado recibe la Gracia, la amistad divina, y la limpieza no aparente sino real en su alma. A continuación se describen los efectos que experimenta el que recibe el sacramento del Bautismo:
- Es perdonado el pecado original, con el cual toda criatura humana es concebida (ver Salmo 51, 7). Pero también son perdonados, si los tuviera, todos los pecados personales del bautizado. «Bautizaos en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados…» (Hch 2, 38; ver I Co 6,11; Rm 6,3ss; Ti 3,5).
- Se recibe la santificación mediante la infusión de la Gracia santificante, a la cual el Catecismo también llama Gracia «divinizadora» ya que introduce al hombre en la vida divina; es decir, es hecho «partícipe de la naturaleza divina» (II Pe 1, 4).
- Se experimenta una renovación interior, es decir, el bautizado se convierte en «una nueva criatura» (II Co 5,17).
- Al adquirir esta vida divina, el bautizado deja de ser una simple criatura para convertirse en un hijo adoptivo de Dios (ver Ga 4, 5-7; Jn 1, 11-12).
- El bautizado no sólo recibe «el don del Espíritu Santo» (Hch 2, 38), sino que se convierte en templo del Espíritu Santo (ver I Co 6, 19).
- Se es incorporado a la Iglesia, es decir, al Cuerpo Místico de Cristo, cuya Cabeza es el mismo Señor. «Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para formar un solo cuerpo» (I Cor 12,13).
- Convertido en miembro de Cristo (ver I Co 6,15; 12, 27), también se vuelve coheredero con Él (ver Rm 8,17).
- Se participa del sacerdocio de Cristo, de su misión profética y real, convirtiéndose todos los bautizados en «linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz» (I Pe 2, 9).
- Por el sacerdocio común de los fieles, los bautizados tienen el derecho y obligación de continuar la misión salvadora y sacerdotal del Redentor, lo cual implica no sólo orar e interceder por la salvación de la humanidad, sino dar testimonio de su fe, e incluso predicar el Evangelio cada uno en su propio espacio y de acuerdo con sus circunstancias y capacidades particulares, contribuyendo de este modo a que todos los hombres conozcan a Cristo, sean bautizados y se hagan sus discípulos, a fin de que puedan alcanzar así la salvación eterna (ver Mt 28, 19).
En resumen, el Bautismo imprime en el alma del bautizado una marca espiritual indeleble llamada carácter bautismal. Al ser indeleble, el Bautismo no se puede repetir .
TEMA DE LA SEMANA: «CREO EN UN SOLO BAUTISMO…»
Publicado en la edición impresa de El Observador del 12 de enero de 2020 No.1279