Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética 8 de Marzo de 2020
Caminar con el corazón desprendido en compañía de Dios es ir hacia la perfección y transfiguración de nuestro ser.
- Génesis
“El Señor dijo a Abraham: Sal de tu tierra y de la casa paterna hacia la tierra que te mostraré. Abraham marchó como le había dicho el Señor”.
¿Seguridades? Ninguna.
¿Promesas? Muchas. Y no tan fáciles de creer:
El viejo, esposo de una mujer estéril, será padre de un gran pueblo.
Cargará con muchas bendiciones para él y para todas las familias del mundo.
Así empezó la historia de nuestro “padre en la fe”.
- Salmo 32
Es una invitación a pedir y confiar en que la misericordia de Dios nos protegerá siempre.
Por eso diremos con fe:
“Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.
- San Pablo
La fuerza del evangelio, la buena nueva, nos ha venido por Jesús.
Él es nuestro único Salvador que nos salvó y nos llamó a una vida santa.
Nunca lo merecimos, sin embargo, este fue el plan maravilloso de Dios.
El apóstol nos invita a evangelizar y advierte que se trata de un duro trabajo.
Sin duda lo llama así porque él mismo había vivido con radicalidad y sacrificio el evangelio que anunciaba.
Por Jesús, por su evangelio, estamos seguros de haber pasado de la muerte del pecado a la luz de la vida inmortal.
- Aleluya
Recoge el momento de la transfiguración en que habla el Padre presentando a la humanidad a su Hijo, el amado desde la eternidad.
El Padre Dios nos hace a todos un pedido importante: que escuchemos a Jesús.
- Evangelio
El momento de la transfiguración tiene un antes y un después de la gran manifestación. Veamos:
Antes Jesús ha hecho el primer anuncio de su muerte y resurrección.
Tenemos que suponer, por una parte, cuánto le costaría a Jesús transmitir a los suyos que tenían tan poca fe, un mensaje tan humillante.
Ellos creían que era el gran caudillo que triunfaría en Israel y el Señor les dice que va a ser ejecutado pero resucitará.
Fue un gran golpe para todos.
El primero en reaccionar fue Pedro que se llevó a Jesús aparte y empezó a increparlo…
Después de la transfiguración les recalcó su fin doloroso y pidió a los tres predilectos que no contaran a nadie lo que habían visto hasta que el hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Entre esos dos momentos sucede la transfiguración.
¿Qué aconteció entonces?
Los grandes momentos de la revelación han sido en torno a la luz, posiblemente porque sin ella no podemos vivir en el mundo.
Parece que Jesús en aquel momento cumplió a la letra lo que había dicho:
“Yo soy la luz del mundo”.
Junto al Jesús, lleno de luz, se hizo presente la Trinidad:
El Padre en la voz, el Espíritu en la nube que los envuelve y el Verbo en Jesús mismo.
Dios viene a dar testimonio de que lo anunciado por Jesús era cierto:
Su muerte en sacrificio y el respaldo de la resurrección.
También estaban los tres predilectos, para que fortalecieran la fe que sin duda titubeó al oír por primera vez hablar a Jesús de su muerte y resurrección.
De hecho fue tanta su impresión que así como no entendían a Jesús hablando de su fin, no tuvieron tiempo de reaccionar ante el misterio.
Y… si decimos que el evangelio es presente y es para hoy: también estás tú presente en la transfiguración:
¿Qué le dirás hoy a Jesús?
Quizá con la liturgia podamos decirle: “Transfigúrame, Señor Jesús”.