Por Luis Santamaría del Río / Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES)
Recogemos a continuación un artículo publicado en el medio digital Portaluz. Su autor es Luis Santamaría del Río, integrante de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).
La cuestión de la vinculación de ciertos tipos de música rock (sobre todo de heavy metal) con el culto al demonio siempre ha sido objeto de polémica. Por un lado, hay personas que se toman en serio todas las proclamas satánicas de autores y grupos, viendo la amenaza de una difusión masiva, especialmente entre el público juvenil. En el otro extremo, hay personas que se burlan de esa preocupación, afirmando que es simple estética o parafernalia para atraer al público, y por los beneficios económicos que reporta.
Hace algún tiempo en publicación de Aleteia, Julio de la Vega-Hazas, de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES), analizando la figura del siempre controvertido Marilyn Manson se preguntaba: “¿Va en serio, o es pura imagen comercial y filón de ventas?”. Porque las entrevistas que concede –decía de la Vega– muestran “más a un cínico más interesado en aprovechar de la imagen que se ha creado que a un auténtico adorador del diablo”.
Es cierto: hay de todo, y hay que discernir. Podemos encontrarnos con canciones perfectamente aceptables. No puede demonizarse todo… pero en lo que sí es negativo hay que ver, por un lado, composiciones cuya letra y música promueven ideas antihumanas e inmorales y, por otro lado, una difusión directa de doctrinas ocultistas y satánicas. Veamos dos ejemplos muy actuales: la banda polaca Behemoth y la chilena Condenados.
Behemoth: de la música a la “filosofía”
En ambos casos, ya los mismos nombres de estos grupos hablan de su identidad. Así, el citado grupo polaco, Behemoth, toma su nombre de una bestia bíblica mencionada en el Antiguo Testamento: Job 40, 15-24. El líder de esta banda, Nergal, acaba de participar en un documental titulado “Satanista de Varsovia”, donde explica su particular “camino espiritual”. En una crónica publicada en la web especializada Mariskal Rock se recogen algunas declaraciones del músico que no tienen desperdicio: “desde el primer día, cuando empecé a leer y explorar la idea del satanismo, sentía que era liberador estar descubriéndolo por mí mismo. Simplemente leía entrevistas de otros músicos, porque todo empezó con la música, obviamente, no con mi pasión por la filosofía. Desde ahí pude desarrollar mi interés en la filosofía”.
Esto muestra el alcance que puede tener la música para que algunas personas vayan más allá de lo estético o de lo artístico, buscando acceder a ideas y experiencias trasgresoras. Éste fue el caso de Nergal, sin duda. Para él todo “empezó con la música, con el carácter rebelde del metal extremo o del heavy metal en general, para el que Satán es uno de los más fuertes arquetipos. Desde el primer día, ha sido el espíritu animal de cualquier subgénero de metal”.
Un cristianismo que “apesta”
En la sociedad polaca, tan marcada por la Iglesia católica, su opción personal chocó tanto con el ambiente como con la educación que había recibido. En casos como éste, la rebeldía es confirmada por una doctrina que la legitima y anima, con un gran componente de crítica: “el catolicismo polaco es muy superficial. Se basa en aspectos tradicionales más que en experiencias espirituales profundas”, opina Nergal.
No sólo eso. La crítica da un paso más en lo personal: Nergal no sólo ve la práctica católica deficitaria, sino que la rechaza frontalmente. “Siendo adolescente me di cuenta de que eso apestaba. No sentía que perteneciera a eso. Así que elegí el otro lado, el lado inverso”, afirma.
Por lo que se puede ver el vínculo claro entre los símbolos y la parafernalia utilizada por estos grupos y la ideología o doctrina que sostienen: “nunca diré que mi filosofía de vida se reduzca a la cruz invertida, pero es una de las armas que utilizo cuando hago filosofía a martillazos”.
Condenados: ocultismo y rebeldía
Pero estas experiencias no se restringen a Europa o EE.UU. También han llegado a Iberoamérica. El pasado mes de enero 2020, el periódico chileno El Ciudadano publicó una entrevista a Fernando Vidal Salas, guitarrista, vocalista y fundador del conjunto Condenados. Ya en el encabezado del artículo, su redactor, Carlos Montes, valora la “energía” del grupo musical vinculándola con el estallido social que vivió Chile poco después de la entrevista –realizada en septiembre de 2019–, y que resume en estos términos: “insolencia, desacato, conciencia, despertar”.
Vidal cuenta la historia de Condenados, que se remonta al año 2005, aunque su primer álbum fue publicado en 2011, y da algunos detalles sobre las personas que han participado y su evolución. “La idea era hacer rock pesado con influencias del doom, del heavy metal y de la psicodelia más pesada”, afirma. El propio periodista introduce la cuestión “de fondo”, la del contenido ideológico de las composiciones de la banda, al iniciar así una pregunta: “es indiscutible el eje filosófico, espiritual e incluso político que atraviesa el trabajo de Condenados. El luciferianismo, el ocultismo, la resistencia a la tradición cristiana, se expresan en todas sus líricas”.
El músico responde que al principio la cuestión estaba más difusa, con unas piezas en las que cabían interpretaciones diversas: “siempre hubo un componente espiritual-ideológico pero el lenguaje era mucho más críptico e incluso irónico en algunas letras”. Sin embargo, ahora su empeño es “mucho más directo”.
Fernando Vidal se refiere, en concreto, a la inclusión, en su nuevo álbum, de “un elemento trascendental del ocultismo”. ¿De qué se trata? Ni más ni menos que de “los 22 arcanos del tarot cuya interpretación será el mensaje final de Condenados en el cual esperamos que puedan converger muchas personas”. El objetivo propagandístico de una doctrina es explícito, no hay lugar a dudas. El propósito va más allá de simples teorías, según explica el guitarrista, que vincula el ocultismo a la subversión: “queremos encarnar el espíritu oscuro del rock pesado, reivindicar su peligrosidad, su rebeldía frente a la sociedad y a esos valores que no son necesariamente los nuestros”.
Finalidad: convertirse en un ídolo
En este momento, el periodista de El Ciudadano cita una frase del músico noruego Gaahl de Gorgoroth: “Satán es libertad”. Y Vidal se pone a filosofar, señalando que está de acuerdo con el noruego, frente al satanismo clásico de Anton S. LaVey, que califica de “hedonismo intelectualizado”. Para el líder de Condenados, “Dios, o la sola idea de uno, es sinónimo de opresión”.
Por eso, quien se contrapone a Dios significaría la libertad, que es lo sostenido por el satanismo clásico… Sin embargo, el músico chileno aplica aquí un principio básico del pensamiento esotérico (“lo que es arriba es abajo”), y afirma que “la deificación en ambos sentidos es algo contradictorio” (es decir, el considerar dios a Satán) y “tal vez el destino del hombre siempre será seguir a un Dios”. ¿Cuál es su propuesta, entonces? Se pregunta “por qué no transitar por un sendero espiritual que te convierta en uno [en un dios]”. Y en este momento, Fernando Vidal reclama la importancia de la figura bíblica de Caín, el primer asesino: “en lo personal me considero más un cainita por la gran devoción y temor que siento ante ese poderoso arquetipo”.
Anticristianismo y violencia
Está claro que en este intento de auto-divinización las religiones son un estorbo, y más aún la Iglesia católica, preponderante en el contexto chileno. Por eso llama la atención el aparente respeto a una institución que ciertamente detesta cuando dice: “creo que [la Iglesia] es una enemiga respetable en cuanto a su nivel de organización y crueldad”. Pero enseguida remacha: “sueño con el día en que tanto las iglesias como sus fieles desaparezcan de este mundo para siempre”.
El periodista pregunta al líder de Condenados por su nuevo trabajo discográfico, y la respuesta es muy significativa: “los nuevos temas vienen más directos, más crudos, en español con mensajes explícitos, antirreligiosos, diabólicos, violentos, sanguinarios”. Algo que va más allá de la estética, pues las canciones “reflejarán tanto lo interno como lo externo”.
Una música que, una vez más, sirve como vehículo a una doctrina muy determinada. Un estilo que pretende transmitir un estilo de vida, una cosmovisión… en el fondo, toda una “religión”, hecha como negativo de la que más cerca tiene. Por eso las canciones se interpretan “con muchos riffs oscuros y pesados, baterías dementes, líneas de bajo asesinas y con una voz demoniaca recordando que eres amo y señor de tu miseria”.
Éste es el resumen final del músico chileno, que es toda una declaración de intenciones, reiterando lo mismo, y que no precisa de comentario alguno: “si te encuentras con Condenados, seguramente experimentarás un azote a tus oídos y tu alma, una misa negra en donde te darás cuenta, al fin, de que tu poder reside en el lado siniestro de tu ser y que no debes temer a sacar fuerzas de ahí, al contrario, debes controlar a tus demonios, aceptarlos y usarlos. Queremos hacer de cada tocata, un ritual de Rock Pesado y Oscuridad”.