Por Josefa Romo Garlito
El II Domingo de Pascua ha sido el XX Aniversario de la Fiesta de la Misericordia. Muchísimos cristianos hemos seguido, a través de televisión, la Santa Misa, oficiada por el Santo Padre en Roma. En su casulla, el Papa Francisco lucía el escapulario de la Divina Misericordia. Esta Fiesta la estableció San Juan Pablo II el 30 de abril de 2000, cuando canonizó a Santa Faustina Kowalska, la primera santa del Siglo XXI, que nació y vivió en Polonia en la primera mitad del siglo XX ( 1905-1938). La monja polaca es una de las almas místicas más destacadas del Cristianismo. Santa Faustina recibió, del mismo Jesús, su Mensaje de Misericordia para el mundo. La llamaba “Mi Secretaria”. Su director espiritual, el sacerdote jesuita Beato Padre Miguel Sopocko, le sugirió poner por escrito lo que Jesús le dictaba, y aparece en su Diario, un libro precioso.
El Evangelio del II Domingo de Pascua recuerda la potestad que Jesucristo confirió a los Apóstoles de perdonar los pecados ( Jn 20, 19-31). La Fiesta de la Misericordia y el perdón de los pecados tienen una trabazón singular. La Misericordia de Dios se vierte, sobre todo, en los pecadores. Dijo Jesús a Santa Faustina: “La pérdida de cada alma me sumerge en una tristeza mortal. Tu oración que más me agrada es la oración por la conversión de los pecadores…Esta oración es siempre escuchada ” (D. 1397). Que ningún alma tema acercarse a Mí, aunque sus pecados sean como escarlata (D. 699)
Jesús pidió, a Santa Faustina, que se rinda culto a su Misericordia “con la solemne celebración de esta Fiesta y con el culto a la imagen que ha sido pintada ( dos rayos salen de su pecho, uno rojo y otro pálido). A través de esta imagen concederé muchas gracias a las almas; ella ha de recordar a los hombres las exigencias de Mi misericordia, porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil” (D. 742) . “En ése día- el Segundo Domingo de Pascua-, el alma que se confiese y reciba la Santa Comunión, obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas [ o sea, el alma queda como recién bautizada, sin que tenga que expiar en el Purgatorio]. Mi misericordia es tan grande que en toda la eternidad no la penetrará ningún intelecto humano ni angélico (…) La Humanidad no conocerá paz hasta que no se dirija a la Fuente de mi misericordia” (Diario, nº 699). Ahora, no podemos confesar ni comulgar sacramentalmente; pero sí rechazar hasta el más leve pecado, hacer un acto de contrición acompañado del propósito de confesión y enmienda y la comunión espiritual; además, rezar la Coronilla y la oración de las tres de la tarde (meditación o contemplación de la Pasión del Señor). Quiero anotar que La Indulgencia Plenaria de este día es para uno mismo, no se aplica por alma alguna del purgatorio.
En el Diario de Santa Faustina, hay frases impactantes. Algunas: “A las almas que propagan la devoción a Mi Misericordia, las protejo durante toda su vida como una madre cariñosa [protege] a su niño recién nacido y a la hora de la muerte no seré para ellas Juez sino Salvador misericordioso” (D.1075). “Antes de venir como Juez Justo, abro de par en par la puerta de mi Misericordia. Quien no quiere pasar por la puerta de la Misericordia, tiene que pasar por la puerta de Mi justicia” (D. 1146 ). “Si el alma no practica la misericordia de alguna manera [con obras, palabras u oraciones ] no conseguirá Mi misericordia en el día del Juicio. “Los pecados de desconfianza son los que me hieren más penosamente” (D. 1076). Creo que no debemos cansarnos de pedir. Dios atiende nuestras peticiones si, en su inescrutable sabiduría, ve que nos conviene. Tres condiciones: pedir con humildad, confianza y un corazón que perdona. Importa, en este tiempo de coronavirus, rezar la Coronilla de la Misericordia por el fin de la pandemia, que, a todos, de una u otra manera, nos toca sufrir.
La Divina Misericordia del Corazón de Jesús es Fuente de Milagros y Maravillas. Conozco a un joven abogado que agradece, a la Divina Misericordia, haberle devuelto a la vida después de cinco minutos muerto por infarto agudo de miocardio. Han pasado doce años y no le dejó ni rastro. Curioso: Polonia fue destruida en la Segunda guerra mundial; pero las poblaciones polacas de Cracovia y Vilna, en donde estaba extendida esta devoción, fueron preservadas