Por Patrick Briscoe, OP / Aleteia en El Observador

A la luz de la suspensión del culto público en muchos lugares, algunos católicos se han preguntado: “¿Tengo que ver Misa?”.

En otras palabras, dado que es imposible llegar a Misa, ¿es pecado no tratar de asistir virtualmente?

No, no es necesario mirar la Misa en línea o por televisión (o escucharla en la radio).

Para aquellos que ya han expresado su frustración por los servicios de transmisión lentos o sobrepoblados, o los horarios inadecuadamente anunciados, está claro.

Aunque muchos obispos han dispensado a los católicos de la obligación de ir a Misa los domingos (dispensar es el término legal para relajar la práctica normal), estamos llamados a que, lo mejor que podamos, mantengamos santo el domingo y las fiestas.

Para ello, recomiendo las siguientes prácticas:

NO TRABAJES EL DOMINGO

Cuando trabajas desde casa, será muy grande la tentación de permitir que el domingo sea como los demás días. Lucha contra esto con todo tu corazón. El domingo pertenece al Señor. No te permitas que el festivo te escape al ritmo de los otros días.

MIRA O ESCUCHA MISA

No, no tienes que hacerlo, pero es digno de elogio. Si no puedes verlo en el tiempo “en directo”, míralo más tarde en el día. Muchos lugares han puesto a disposición videos archivados.

Es mejor seguir la Misa en vivo, pero, si no te es posible, puedes verla después de que suceda.

LEE LAS LECTURAS DEL DÍA

Puede que en tu casa ver Misa se parezca demasiado a otras actividades (películas, videojuegos, etc.). Si es el caso, lee las lecturas del domingo en voz alta. Pueden escuchar una homilía grabada o hacer que un miembro de la familia reflexione.

REZA LA LITURGIA DE LAS HORAS

La Liturgia de las Horas, también llamada Oficio Divino, es el ritmo de oración bíblica y monástica de la Iglesia. Basado en las tradiciones de los primeros cristianos que se reunían para recitar salmos y el Padrenuestro, este método de oración continúa en todo el mundo.

CAMBIA TU RUTINA

Tal vez el domingo podrías hacer una regla de comida especial, o “no TV”, o tener una noche de juegos. O vivir alguna devoción cuaresmal juntos, como rezar los misterios dolorosos del Rosario o el Viacrucis.

Mantener santo el domingo significa reclamar tiempo para Dios. Esto se hace principalmente en la adoración formal y oficial de la Iglesia, la Misa. El sacerdote representa a Cristo y ofrece al Padre cada oración y bendición celestial. Todavía podemos unir nuestros corazones al sacrificio de la Misa. Todavía estamos llamados a santificar el domingo.

Este es un momento de dificultad, privación y tristeza. Es parte de nuestra Cuaresma: dirigirnos al desierto para sacrificarnos y orar como lo hizo Cristo.

Pidámosle a Dios que haga fructíferos estos días. ¡Su Gracia estará en el trabajo de muchas maneras tranquilas y sorprendentes! ¡Roguemos al Señor que no nos lo perdamos!

Artículo original publicado en Aleteia

Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 29 de marzo de 2020 No.1290

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