Ojalá todos los pecadores, aun en tiempos de pandemia, pudieran tener la oportunidad de confesar sus faltas delante de un sacerdote y así recibir de Dios el perdón.

Pero es probable que por algunos meses o incluso por lo que reste del año, el sacramento de la Confesión tenga que ser administrado por citas, y, por tanto, que apenas una porción de católicos puedan llegar a reconciliarse de esta manera con Dios, conforme a lo que Jesús dijo a sus ministros: “A los que les perdonéis los pecados les quedarán perdonados, y a los que no se los perdonéis les quedarán sin perdonar” (Juan 20, 23).

Ahora bien, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1441), “sólo Dios perdona los pecados”; por tanto, los sacerdote vienen a ser los instrumentos o canales elegidos por el Señor para comunicar de forma efectiva y sensible la gracia y el perdón. De ahí que no es lícito desdeñar el sacramento bajo el pretexto de que “yo me confieso directamente con Dios”.

Sin embargo, en situaciones extraordinarias, el Señor puede operar prescindiendo de sus instrumentos habituales.

Para el perdón sacramental se requiere examen de conciencia, contrición, propósito de enmienda, confesión de los pecados de forma presencial ante un sacerdote, y reparación por los daños causados.

Mas si no hay sacerdote, nada impide cumplir los otros requisitos; y nuestro Señor, misericordioso como es, toma muy en cuenta los esfuerzos de sus hijos. Tanto así que la Iglesia enseña que, cuando es materialmente imposible acceder al sacramento, una contrición perfecta puede obtener el perdón de los pecados mortales en ciertas condiciones.

TEMA DE LA SEMANA: PERDÓN SIN SACERDOTE?: LA CONTRICIÓN PERFECTA

Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 7 de junio de 2020. No. 1300

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