Hay quienes prefieren la ciencia y la tecnología a la fe, porque buscan certeza en sus vidas. Estas personas no han caído en la cuenta de que la fe es también una certeza, y que, por tanto, la fe en la ciencia y en la tecnología no deja de ser también un acto de fe.
Los científicos tratan de imaginar objetivamente cómo suceden las cosas y explicar lo que observan. Al mismo tiempo tratan de evitar que las limitaciones o los prejuicios humanos nublen su pensamiento, de modo que puedan confiar en sí mismos para obtener una comprensión no sesgada de la realidad. Por eso la insistencia de algunos cuantos científicos en contraponer fe y ciencia no sólo es contradictoria, sino poco científica, pues para ello se basan en su inquebrantable fe en lo suyo.
A decir del científico y divulgador británico Paul Davies, quien dirige el Centro Beyond for Fundamental Concepts in Science, de la Universidad del Estado de Arizona (EU), el problema de la ciencia es que se ha dedicado a describir fenómenos como el electromagnetismo o la gravedad sin tratar de indagar en su origen; simplemente se da por hecho que para ser científico se debe tener fe en que el universo está gobernado por leyes matemáticas inmutables, absolutas y universales, aunque sin pararse a pensar en el origen de tales leyes. Por tanto, la fe en la ciencia puede impedir comprender el porqué del universo.
TEMA DE LA SEMANA: LA SALVACIÓN POR LA CIENCIA O LA FE: ¿UNA DISYUNTIVA FALSA EN ÉPOCAS DE CATÁSTROFE?
Publicado en la edición semanal digital de El Observador del 14 de junio de 2020. No. 1301