Por Jaime Valencia
A consecuencia de este confinamiento, ya de meses como medida de prevención del contagio del Coronavirus, familias enteras han recurrido en busca de entretenimiento a la televisión o a la consulta de noticias de todo tipo en redes sociales a través de sus teléfonos, tabletas o computadoras.
Como cualquier situación en la vida, esto tiene sus ventajas y sus desventajas, hay todo tipo de programas y noticias, algunas con más sesgos que otras, muchas con demasiados huecos en cuanto a su veracidad, demasiadas con una agenda preestablecida pero cobijadas con un velo de “sano entretenimiento”, por lo que el punto a esclarecer es: “¿cómo formarse un criterio para observar adecuadamente lo que hay disponible?”, aquí algunas pautas para ir formando un criterio más acorde con nuestra fe.
Cuando en algún programa haya una escena inconveniente, sin razón justificada por la trama, hay que dejar de verlo, de tajo, sin dilación. Muchas veces se pretende establecer como algo “natural” o “normal” el que una plática sea mejor si se apoya con droga (en el menor de los casos, marihuana) incluso hasta se juega con las palabras aludiendo a que su uso es “lúdico”; o cuando la trama podría haber sido perfectamente hilada sin que mediara un desnudo. No hay que malinterpretar, hablamos de escenas que no hallan justificación, sino que solo han sido encajadas ahí por cumplimiento de la agenda a la que hacíamos alusión.
Cuando una noticia sobre la imposición de la ideología de género y lo que le acompaña son dadas por un comentarista con reputación de “serio”, y que de forma velada o abierta inciden en la toma de partido, hay que borrar de nuestra lista de referencias a dicho comentarista. Por ejemplo, aquel que pretende hacer que una postura “conservadora” sobre la legalización del aborto sea visto como algo retrógrado o pasado de moda, o cuando se pretende hacer pasar prácticas sobre niños tan sensibles como los de preprimaria, como “educación sexual” que son veladamente promotoras de conductas homosexuales, cobijándolas como ejercicios de tolerancia. Una cosa es la tolerancia y otra la ideologización, sobre todo a tan tierna edad.
Cuando cueste trabajo elegir un programa porque la mayoría tengan como eje central el asesinato o la violencia, hay que dejar de frecuentar esa plataforma. La inmensa mayoría de las series giran en torno a un crimen, como si no hubiera un tema que enalteciera el espíritu o donde se hiciera gala del ingenio humano más que a través de la resolución de un delito. Todas esas plataformas: Netflix, Acorn, HBO, Prime Video etc., se nutren de la audiencia, hay que hacerles ver que no estamos de acuerdo con su agenda de violencia, sexo, drogas, promiscuidad, satisfacción inmediata, defensa del ingenio, aunque sea usado para delinquir, y demás antivalores. En todo caso la recomendación sería hacer una segregación de aquellos programas o series que pasan el escrutinio de la decencia y la promoción de nuestros principios, dejarlos en un apartado (como por ejemplo Mi lista) y cuando haya oportunidad de disfrutar en familia algo de ese apartado, procurar si se puede, ir nutriendo la experiencia con los comentarios que de alguna manera siembran esa cultura familiar que nos caracteriza.
El mal se nutre de nuestra atención, si vamos dejando que la agenda de los medios se imponga, estaremos contribuyendo a que dichos medios sean los que formen a nuestros hijos y quizá de forma sutil también estaremos dejando que su perniciosa influencia sea parte de nuestro acervo. Hay que observar con criterio.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 13 de septiembre de 2020. No. 1314