Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro
Judas. Entre los actores responsables de la muerte de Jesús se encuentra uno de sus discípulos, Judas Iscariote. Traidor lo llaman los evangelios, título que aparece en boca de Jesús durante su despedida: “Uno de ustedes me va a traicionar…, más le valiera no haber nacido”. Al final de la cena, entrada ya la noche y el diablo posesionado de su corazón, salió Judas a entregar a Jesús. Merecido tiene el título de traidor, y el pueblo lo castiga festejando con pirotecnia pascual.
Barrabás. Otro personaje implicado en la muerte de Jesús es Barrabás. Aunque no habla, tiene quien hable por él. Los evangelios lo describen como ladrón, apresado por asesinato, implicado en una revuelta, con fuerte arrastre popular. Fue seleccionado por el gobernador entre los prisioneros destinados a morir, para ponerlo en subasta junto con Jesús.
El precio era la libertad. Pilato trataba de liberar a Jesús, y apeló a la consulta popular para asegurarse el éxito, pero fracasó. Sólo le quedó el recurso de lavarse las manos para encubrir su responsabilidad. Temía quedar malparado ante el César y de malquistarse con la turba durante la fiesta.
Pilato. Se trataba aquí de liberar a un condenado a muerte. Era la amnistía pascual, que consistía en soltar a un reo ya sentenciado a muerte, a petición de la multitud. Esa era la situación de los dos ladrones, después crucificados con Jesús. La consulta popular de Pilato no tiene otra alternativa: ¿a quién quieren que les suelte, a Barrabás o a Jesús? Está proponiendo precisamente la amnistía acostumbrada en la festividad: perdonar la vida de un condenado a morir. No se trata de averiguar si era culpable o no. Pilato considera a Jesús culpable y digno de muerte, igual que lo era Barrabás.
El pueblo, al elegir a uno, ratificaba la condena del otro. De la liberación de Barrabás se siguió la muerte de Jesús: ¡Crucifícale! Este es el efecto de la cobardía de quien no asume su responsabilidad en la administración de la justicia. Ejemplos sobran en la historia cómo los caudillos populistas suelen recurrir a esta práctica, en apariencia democrática, para limpiar su maltrecha conciencia.
Política y Fe. ¿Cómo se llegó a esto? Pilato sabía que Jesús se decía “hijo de Dios”, y que Barrabás significaba “hijo del padre”. Mucho no entendía del asunto, pero a Jesús lo presentó como el “cristo”, es decir, el mesías. La tradición posterior recuerda que Barrabás también se nombraba Jesús. Por tanto, tenía dos pretendidos mesías para escoger: uno pacífico y el otro “un rebelde, asesino de un hombre en una revuelta”, un cabecilla revolucionario con aspiraciones mesiánicas.
Le fue cómodo a Pilato equipararlo a Jesús, pero erró en el cálculo. El pueblo, instigado por los enemigos de Jesús, eligió a quien le prometía pan, libertad política y bienestar. En este contexto, apelar a la soberanía popular, equivalía a condenar a muerte al inocente y liberar al provocador.
Hoy. Es evidente que Judas tuvo una muy grave responsabilidad en la muerte de Jesús; sin embargo, Jesús ya estaba condenado a muerte por el gobernador, quien utilizó al pueblo para evadir su responsabilidad. Si Judas hubiera recapacitado cuando Jesús lo llamó “amigo” en el huerto de Getsemaní, hubiera aligerado su conciencia, pero Jesús ya estaba sentenciado a morir.
En la consulta popular, la liberación del cabecilla político-mesiánico ratificó la condena del pacífico Jesús. La humanidad siempre tendrá que escoger entre la fuerza del Poder o el poder de la Verdad. Pilato, Judas y Barrabás se encontrarán siempre en la misma encrucijada: Jesús.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de octubre de 2020. No. 1320