Por P. Fernando Pascual
Existe una aceptación casi universal sobre la dignidad humana. Es necesario usar el “casi”, pues no todos reconocen esa dignidad y, por desgracia, hay muchos que atentan contra la dignidad de otros.
El respeto de la dignidad necesita sostenerse desde verdades que sean reconocidas y aceptadas por todos. También aquí hay problemas, pues existen teorías diferentes sobre la dignidad, incluso quienes niegan la dignidad de algunos seres humanos.
En su encíclica “Fratelli tutti” (4 de octubre de 2020), el Papa Francisco considera que no se reconoce adecuadamente la dignidad humana si se adopta una visión relativista, pues el relativismo, “envuelto detrás de una supuesta tolerancia, termina facilitando que los valores morales sean interpretados por los poderosos según las conveniencias del momento” (n. 206, una idea parecida en el n. 209).
Por lo tanto, las sociedades necesitan encontrar un válido fundamento de la dignidad humana, para evitar los riesgos que seguirían de no reconocerla. Solo entonces esas sociedades pueden tener garantizado, dentro de los límites de la historia, su futuro (“Fratelli tutti”, n. 207).
Un poco más adelante, en la misma encíclica, el Papa señala la importancia de recordar que la verdad “no es sólo la difusión de hechos que realiza el periodismo. Es ante todo la búsqueda de los fundamentos más sólidos que están detrás de nuestras opciones y también de nuestras leyes. Esto supone aceptar que la inteligencia humana puede ir más allá de las conveniencias del momento y captar algunas verdades que no cambian, que eran verdad antes de nosotros y lo serán siempre. Indagando la naturaleza humana, la razón descubre valores que son universales, porque derivan de ella” (“Fratelli tutti”, n. 208)
Cuando el relativismo queda puesto a un lado en este tema, y las mentes se abren seriamente a la búsqueda de sólidos fundamentos sobre la dignidad humana, es posible un mayor compromiso para respetar tal dignidad en todos y en cada uno de los seres humanos.
En la encíclica antes citada, Francisco complementa estas ideas en un párrafo que vale la pena copiar por entero:
“Si hay que respetar en toda situación la dignidad ajena, es porque nosotros no inventamos o suponemos la dignidad de los demás, sino porque hay efectivamente en ellos un valor que supera las cosas materiales y las circunstancias, y que exige que se les trate de otra manera. Que todo ser humano posee una dignidad inalienable es una verdad que responde a la naturaleza humana más allá de cualquier cambio cultural. Por eso el ser humano tiene la misma dignidad inviolable en cualquier época de la historia y nadie puede sentirse autorizado por las circunstancias a negar esta convicción o a no obrar en consecuencia. La inteligencia puede entonces escrutar en la realidad de las cosas, a través de la reflexión, de la experiencia y del diálogo, para reconocer en esa realidad que la trasciende la base de ciertas exigencias morales universales” (“Fratelli tutti”, n. 213).
Frente a los ataques a la dignidad de seres humanos en el pasado y en el presente, la inteligencia humana puede encontrar el fundamento de esa dignidad, la cual vale siempre y desvela esa común naturaleza que nos caracteriza y que va más allá de las diferencias que algunos usan como instrumento para contraposiciones y conflictos arbitrarios.
Todos somos partes de una misma humanidad, y todos estamos bajo la mirada de un mismo Dios, que es nuestro Padre. Ahí radica nuestra común dignidad. Desde la misma podemos trabajar, en unión con tantos y tantos hombres de buena voluntad, para construir un mundo donde sea posible establecer lazos de respeto y de amor que hagan mucho más hermosa la experiencia de la existencia terrena.