Por Jaime Septién

El nuevo libro del papa Francisco, Soñemos juntos. El camino a un futuro mejor, basado en conversaciones con Austen Ivereigh, no podía ser más oportuno. Cuando el mundo se enfila al (supuesto) final de la pandemia, el Papa nos da una lección sobre la paciencia.

En el libro –del cual muchos medios italianos han dado adelantos significativos—el pontífice argentino recuerda su propia experiencia de enfermedad (cuando, en segundo año de noviciado, estuvo meses en una clínica, hasta que le tuvieron que extirpar el lóbulo superior de un pulmón), de exilio (cuando se fue a Alemania en 1986, a hacer su tesis doctoral y aprender alemán) y de desarraigo (cuando fue confinado a un colegio de Córdoba, Argentina, por haber sido “demasiado duro” como provincial y rector).

De estas tres experiencias, que el Papa dice que son una especie de “experiencias-covid”, afirma que aprendió la paciencia, “que es el don de entender que las cosas importantes llevan tiempo, que el cambio es orgánico, que hay límites, y que tenemos que trabajar dentro de ellos y mantener al mismo tiempo los ojos en el horizonte, como hizo Jesús”.

Qué necesaria es esta definición: sólo podemos soñar en un mejor futuro si aprendemos, en estos ya casi nueve meses de pandemia (y los que faltan) el don de entender que las cosas esenciales no son de hoy para mañana; que hay que buscarlas, trabajarlas, soportar las caídas y mirar lejos. Juntos. Con Jesús.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 29 de noviembre de 2020. No. 1325

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