Hoy, casi 60 millones de mexicanos (si no es que más) no tienen nada. La terrible línea de la pobreza va oscureciendo el horizonte de la nación. ¿Qué podemos hacer los católicos para que la oscuridad venga a ser luz?

La pobreza generalizada que sufre México es un asunto que no podemos ni debemos soslayar a la hora de ir a las urnas: ¿cuál es el compromiso que, como católicos, debemos asumir respecto a la pobreza que asola al país?

Nadie tiene la varita mágica para cambiarlo todo de un sopetón. A nadie se le exige una solución integral para abatir la pobreza… Pero nadie está exento de trabajar para lograrlo.

Tenemos una guía preciosa en el magisterio del Papa Francisco, quien pugna por una nueva economía a la medida de las personas. La economía de las personas concretas.

Enfocar nuestros esfuerzos en la centralidad de la persona. Y sacar de ellas la mejor versión de sí mismas. Solidaridad y subsidiaridad.

Dos principios básicos de la Doctrina Social de la Iglesia que pueden traducirse en amor al otro y en respeto a su capacidad para ponerse de pie por sí mismo. ¿No es eso lo que hizo la morenita del Tepeyac con Juan Diego?

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