Acto de consagración al Sagrado Corazón
Yo… me consagro al Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo, con mi persona y mi vida, mis acciones, penas y sufrimientos, para no servirme de ninguna parte de mi ser si no es para darle honor, amor y alabanza.
Ésta es mi decisión irrevocable de ser todo para Él, y hacer todo por su amor, renunciando con todo mi corazón a lo que le desagrade. Te elijo, oh Sagrado Corazón, como único objeto de mi amor, como protector de mi vida, como prenda de mi salvación, remedio de mi debilidad y de mi inconstancia, reparador de los fallos de mi vida y refugio seguro a la hora de mi muerte.
Sé pues, oh Corazón de Bondad, mi intercesor ante Dios Padre, apartando de mí los rayos de tu justa cólera. ¡Oh Corazón de Amor! Yo pongo toda mi confianza en Ti, porque todo lo temo de mi maldad y mi debilidad, pero todo lo espero de tu bondad. ¡Consume en mí, pues, todo lo que puede desagradarte así como todas mis resistencias! ¡Imprime profundamente en mi corazón el amor puro para que nunca pueda olvidarte, o estar separado de Ti! Te ruego ardientemente que, por tu bondad, mi nombre esté escrito en Ti, pues quiero que mi felicidad y mi orgullo sea el vivir y morir como esclavo tuyo.
NOTA: León XIII concedió, a quien rece esta consagración, 300 días de indulgencia, aplicable a las almas del Purgatorio. Y Pío X concedió indulgencia plenaria aplicable a las almas del Purgatorio una vez al mes recitando la consagración todos los días.
Oración al Sagrado Corazón de Jesús para una grave necesidad
Oh Divino Jesús que dijiste: “Pedid y recibiréis; buscad y encontraréis; llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y a quien llama se le abre”. Mírame postrado a tus plantas suplicándote me concedas una audiencia. Tus palabras me infunden confianza, sobre todo ahora que necesito que me hagas un favor:
(Se pide el favor)
¿A quién he de pedir sino a Ti, cuyo Corazón es un manantial inagotable de todas las gracias y dones? ¿Dónde he de buscar sino en el tesoro de tu Corazón, que contiene todas las riquezas de la clemencia y generosidad divinas? ¿A dónde he de llamar sino a la puerta de ese Corazón Sagrado, a través del cual Dios viene a nosotros, y por medio del cual vamos a Dios?
A Ti acudimos, oh Corazón de Jesús, porque en Ti encontramos consuelo cuando, afligidos y perseguidos, pedimos protección; cuando, abrumados por el peso de nuestra cruz, buscamos ayuda; cuando la angustia, la enfermedad, la pobreza o el fracaso nos impulsan a buscar una fuerza superior a las fuerzas humanas.
Creo firmemente que puedes concederme la gracia que imploro, porque tu Misericordia no tiene límites y confío en que tu Corazón compasivo encontrará en mis miserias, en mis tribulaciones y en mis angustias, un motivo más para oír mi petición.
Quiero que mi corazón esté lleno de la confianza con que oró el centurión romano en favor de su criado; de la confianza con que oraron las hermanas de Lázaro, los leprosos, los ciegos, los paralíticos que se acercaban a Ti porque sabían que tus oídos y tu Corazón estaban siempre abiertos para oír y remediar sus males.
Sin embargo, dejo en tus manos mi petición, sabiendo que Tú sabes las cosas mejor que yo; y que, si no me concedes esta gracia que Te pido, sí me darás en cambio otra que mucho necesita mi alma; y me concederás mirar las cosas, mi situación, mis problemas, mi vida entera, desde otro ángulo, con más espíritu de fe.
Cualquiera que sea tu decisión, nunca dejaré de amarte, adorarte y servirte, oh buen Jesús. Acepta este acto mío de perfecta adoración y sumisión a lo que decrete tu Corazón misericordioso. Amén.
Para terminar el día
¡Oh Corazón dulcísimo del Señor Jesús! Yo Te encomiendo por esta noche mi corazón y mi cuerpo a fin de que descansen dulcemente en tu Merced.
Como no puedo alabar a Dios durante mi sueño, dígnate hacerlo Tú mismo en mi lugar, de modo que todos los movimientos de mi corazón, durante esta noche, sean otras tantas alabanza a la Santísima Trinidad, y recibas todos mis suspiros para presentárselos como centellas ardientes de amor. Amén.Oh Corazón dulcísimo del Señor Jesús! Yo Te encomiendo por esta noche mi corazón y mi cuerpo a fin de que descansen dulcemente en tu Merced.
NOTA: En el siglo XIII Jesucristo le dictó a santa Gertrudis esta oración para recitar antes de dormir, ante la posibilidad de una muerte repentina durante la noche.
TEMA DE LA SEMANA: «EL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS, MUCHO MÁS QUE UNA DEVOCIÓN»
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de junio de 2021 No. 1352