En medio de la sociedad de consumo, bajo el sistema capitalista, las expectativas de una vida de lujo y objetos extravagantes, muchos se encuentran atrapados con deseos de riquezas y poner.
Por Mary Velázquez Dorantes
A la manía por querer acumular lo más que se pueda, no como fuente de ahorro, sino como un deseo obsesivo por tener y tener mucho, se le llama crematomanía. Detrás de esta patología se encuentra el deseo por ser reconocido socialmente, laboralmente y profesionalmente, por tener amistades con capital económico, porque los familiares pertenezcan a una clase social reconocida o por el deseo de bienes cuyo valor marquen dicho reconocimiento.
Las personas que padecen de esta situación buscan un refugio en el dieron porque tienen problemas de aceptación, autoestima y auto concepto. La realidad de la felicidad para ellos está íntimamente relacionada con el dinero y entre más se posea, se considera que pueden ser más felices.
UNA VIDA EN MONEDAS
Las personas que sufren de crematomanía relacionan todos sus actos, movimientos, pero sobretodo tiempo, en función del dinero. Su vida es aprobada o desaprobada en función de su economía, sus relaciones sociales, los eventos de prestigio a los cuales acuden, las redes sociales altamente impactantes, y la frase más detonante: “ser alguien para los demás”.
Es una vida alejada de la interioridad, de la reflexión, de la espiritualidad. Y al estar tan codificados por el dinero su vida está llena de problemas como la insatisfacción, la frustración, la depresión como síntoma constante, porque nada de lo que tienen les es suficiente, sus expectativas siempre están muy por encima de lo que se pueda conseguir. Otros de los factores que experimentan es un rechazo y resentimiento por los demás, aquellos que consideran son más plenos o tienen mejor ingreso económico que ellos.
UN MAL MODERNO
Mientras el mundo globalizado avance vertiginosamente, esta patología cada vez es más constante. En la antigüedad era la denominada idolatría al dinero y todo lo que rodeaba al hombre era menos importante que la economía o las cantidades monetarias.
Las personas que son víctimas de esta situación pueden hacer a un lado a sus familiares, sus afectos, sus valores, con el simple hecho de conseguir mayores incrementos monetarios. Su conducta es desmedida y pareciera que el dinero es la droga que los mantienen vivos y en búsqueda del triunfo. Muchas de sus conductas se experimentan con relación a los placeres desmedidos, la compra de arte, de armas, incluso puede desencadenarse una adicción al sexo.
LA OSCURIDAD LATENTE
Quienes caen en esta situación sufren constantemente estados de ansiedad, insomnio, desconexión con las relaciones humanas, generalmente se vuelven adictos al trabajo, sus responsabilidades profesionales son lo más importante porque lo que ganan o perciben es la sensación más agradable que puedan experimentar. La cura para ellos es el afecto, enfrentarse a su vida y entender que el dinero es un mal hábito.
La mayoría de estas personas tendrá que cuestionar sus pensamientos obsesivos, sus costumbres y relaciones con la economía para poder identificar que la obsesión los daña. Mientras la mirada está puesta en el exterior, la vida interna se desbarata, el ciclo se vuelve una espiral oscura; muchos recurren a medicamentos, cuando en realidad tienen que hacer un alto y mirar hacia la verdadera esencia del ser, trabajar para ser amados y trabajar para amar. Entre mayor sea el incremento de una sociedad de consumo mayor será la demanda de este tipo de patologías.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de junio de 2021 No. 1352