Por Raúl Espinoza Aguilera

El próximo domingo 6 de junio se realizarán las tan esperadas elecciones intermedias en México, para elegir a 500 diputados, así como simultáneamente se elegirán los puestos a cargos federales y locales en treinta y dos entidades federativas del país. A partir del 1 de septiembre del 2021 constituirán la LXV Legislativa del Congreso de la Unión en nuestro país.

Se cuentan en total a diez partidos políticos. Muchas personas se cuestionan, ¿Y por cuál de todos esos partidos debo de votar?

Siempre ocurre en el cierre electoral, que la mayoría de los partidos ofrecen –como coloquialmente se dice- “el cielo, el mar, la luna y las estrellas”. Y observo confusión de la población ante tantas propuestas.

Me parece que existen algunas coordenadas en que habría que fijarse detenidamente:

  • Si dicho partido respeta la vida humana desde el momento de la concepción hasta la muerte natural.
  • Si considera a la familia –la unión de un hombre y una mujer en orden a la procreación de hijos- como el pilar de la sociedad.
  • Si se respetan los valores y virtudes que han cimentado nuestra actual civilización.
  • Si se tiene en un alto concepto la libertad religiosa.
  • Si se fomenta la libertad que tienen los padres para educar a sus hijos de acuerdo a sus personales convicciones.
  • Si se respeta plenamente la libertad de expresión en los medios de comunicación.
  • Si se busca fortalecer la unidad social a través de la solidaridad, la subsidiariedad y evitando el fomentar cánceres sociales que dañen irreversiblemente –particularmente a los jóvenes- como por ejemplo la aprobación del consumo de todo tipo de drogas.
  • Si el partido y sus candidatos están decididos a hacer frente al crimen organizado.
  • Si existe un planteamiento serio y realista de combatir la corrupción e impunidad.
  • Si los candidatos tienen clara la independencia y autonomía de los tres Poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
  • Si el partido y sus candidatos piensan ayudar a la iniciativa privada para impulsar el crecimiento económico, ya que a través de las décadas de historia moderna de la República Mexicana ha sido un valioso motor para la generación de empleos y fuente de riqueza nacional.
  • Si se sabe apreciar el noble esfuerzo de las sociedades intermedias que benefician al país y son un valioso apoyo para el gobierno. Si se piensa apoyarlos y concederles subvenciones para que realicen de modo más eficiente en tantas necesidades a los que el gobierno sencillamente no llega a cubrir satisfactoriamente.
  • Si se tiene claro el respetar los organismos autónomos, como el Instituto Nacional Electoral y numerosas instituciones que auxilian en tantas necesidades sociales, como: ayudar a los ancianos, a los niños enfermos, a los huérfanos; a quienes promueven la integración familiar; que ayudan a madres solteras sin medios económicos para ser atendidas debidamente y dar a luz a su bebé; que velan por las personas que viven en desamparo, que proporcionan becas para que los jóvenes puedan estudiar una carrera universitaria y que, en este sentido, es sorprendente la generosidad del pueblo mexicano para ayudar a sus conciudadanos.
  • Si se evita toda tendencia a la demagogia y al populismo que arrastre peligrosamente al país hacia un Estado Socialista, como son los casos de Cuba, Venezuela, China, Vietnam, etc.

Quizá sean demasiadas metas, pero los gobernantes en conjunción con el apoyo de los ciudadanos pueden lograr estos objetivos y otros más ambiciosos. Recuerdo cómo se encontraban Alemania y Japón al final de la Segunda Guerra Mundial en 1945: destruidos numerosos edificios, puertos y arruinados en su economía. Y siempre me ha sorprendido que en pocos años se convirtieron de nuevo en potencias económicas. ¿Cuál fue la clave? Que todos los ciudadanos tomaron conciencia que era urgente “arrimar el hombro” para levantar de nuevo a su Patria y lo lograron.

TEMA DE LA SEMANA: «UNA ELECCIÓN, DOS CAMINOS»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de mayo de 2021 No. 1351

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