Por Mauricio Sanders

Se viralizan memes. Se organizan manifestaciones y se levantan encuestas. Pero las elecciones se ganan con votos, millones y millones de votos, que los candidatos a cargos de elección popular deben ir pizcando uno por uno, de a poquito. Para hacer menos dificultosa la recolección, se inventaron unas máquinas: los partidos políticos.

Ante la escasez de votos individuales, los partidos políticos no tienen más remedio que recurrir a los Grandes Electores, líderes de la Asociación de Comerciantes Ambulantes de Chalco o el Sindicato de Mineros, que truecan votos grupales, corporativos e, incluso, tribales, a cambio de manga ancha para un sinnúmero de actividades de sus afiliados. Estas actividades pueden consistir en desórdenes más o menos inofensivos, como vender mangos con chile en carretillas que se ponen en las esquinas de Coyoacán o empezar el puente el 14 de septiembre, so pretexto de conmemorar la Incorporación de Chiapas al Pacto Federal. Con facilidad, pueden pervertirse en crímenes nefandos. En el abstencionismo, comienza la corrupción de los partidos y la degeneración de la democracia.

Pocos que suman muchos

En las tres elecciones para presidente de la República celebradas en México en lo que va del siglo XXI, más o menos cuatro de cada diez ciudadanos se abstuvieron de votar. Ese porcentaje es semejante al de Italia y mayor que en Francia y España. Algunos de quienes se abstienen argumentan que así manifiestan su desencanto con el sistema constitucional para elegir gobernantes. Las y los Grandes Electores usan este argumento para sonarse los mocos, porque es suavecito. Otros dejan de votar no más que por pura flojera. La minoría lo hace debido a la dificultad de las reglas de nuestras elecciones. Puesto que se trata de millones y millones de votos, de todos modos, esos pocos suman muchos.

Una democrática molestia

Tú puedes hacer algo por asear un rinconcito de la política. Empieza por asegurarte, desde ahora, que tu credencial de elector está en regla y anotar en tu agenda el 2 de junio de 2024, para que ese día estés seguro de poder estar en tu sección electoral entre 9 AM y 5 PM, por lo menos durante las dos horas que, como máximo, te tomará ir a votar. También puedes convertirte en una democrática molestia para tres de tus parientes, amigos o vecinos. Si te quitas la pena para pedir una tacita de azúcar o que le echen un ojo a tu gatito, bien puedes quitártela para preguntar: “Por cierto, ¿ya checaste que esté vigente tu credencial del INE?” Si vas a protestar, hazlo de manera que te exijas más a ti mismo y sirvas a los demás, por ejemplo, convenciendo a diez indecisos de ir a votar. Sacúdete la pereza. El rinconcito que escombres se puede multiplicar por millones.

Motivos que sí importan

Se habla de “ciudadanizar la política”. Por ahora, la frase puede significar no mucho más que votar por honor, por decencia, por amor, por motivos que ahora son objeto de burla, que ya no importan, pero han importado a lo largo de la historia e importarán en el corazón del hombre, mientras el cielo no deje de ser cielo.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de octubre de 2023 No. 1473

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