Frecuentemente no quiero mi cruz, porque en mi vida diaria sigo anclada en muchos sentidos a mi comodidad, mi agenda o mis gustos

Por Nelly Sosa

Hace unas semanas me di cuenta de que, cuando iba a ver a mis hijos en la noche para hacer una pequeña oración por ellos antes de acostarme, lo hacía frente a la imagen de María Santísima y no a la del Crucifijo. Y después de varios días de traer esto en mente concluí que, tal vez sea porque es mucho más “sencillo” abandonarnos en la mirada dulce de mamá María o en la de Jesús el Buen Pastor, que contemplarlo en su crucifixión. Porque su dolor traspasa el corazón y mueve profundamente (y seamos sinceros, sufrir, a los ojos del mundo, no tiene nada de apetecible). Me di cuenta de cómo ésta sencilla acción fue reflejo de muchas de mis actitudes de años, en las que demostraba que, a pesar de amar a Dios y de querer crecer más en su amistad, la cruz no me gusta.

Frecuentemente no quiero mi cruz, porque en mi vida diaria sigo anclada en muchos sentidos a mi comodidad, mi agenda o mis gustos.

Y cuando surge algo que los trastoca, por sencillo que sea me quejo, me enojo o simplemente lo rechazo.

  • No quiero la pandemia.
  • No quiero estar con el pendiente de que familiares o amigos se enfermen.
  • No quiero tener que posponer mis tiempos de oración.
  • No quiero otro año de quedarme en casa sin poder viajar a México.
  • No quiero mis defectos de hoy.
  • No quiero los errores del pasado.
  • No quiero ser impaciente con mis niños.
  • No quiero sufrir.

Y decidí hacer un alto. Le pedí al Señor ésta Cuaresma que me permitiera penetrar más en éste gran misterio de su Amor, de su sacrificio bendito y de su donación total hacia nosotros.

Le pedí que me permitiera crecer en renuncia y en servicio, que me mostrara cómo rendirme más a Él y abrazar su cruz. Y me contestó con un tremendo libro de San John Henry Newman que me ha sacudido el alma y me ha fortalecido en estos días de ayuno y oración: “The Tears of Christ” (Las lágrimas de Cristo).

He estado profundizando en el hecho de que, la cruz no es una leyenda ajena a nuestra realidad, la cruz es la marca del cristiano. Y negarla o no querer cargarla, es como negar a Jesús mismo.

(Aunque la sociedad se empeñe en buscarnos remedios o anestesiarnos para no tener que “cargar la cruz”, para no sentir aburrimiento, molestias, desilusión o simplemente no tener que esperar días para recibir algo).

Aquí te comparto 4 ideas relacionadas que encontré en el libro:

“Determinemos entonces con corazones alegres sacrificar ante el Señor nuestro Dios nuestra comodidad y placeres, por inocentes que sean, cuando Él nos lo pida, ya sea por los propósitos de su Iglesia por su propia inescrutable providencia… no olvidemos en todo lo que suframos que, propiamente hablando, nuestro propio pecado es la causa de ello y que es sólo por la misericordia de Dios que nos es permitido ponernos a su lado”.

“Tenemos corazones de piedra, corazones tan duros como carreteras… y aun así, si debemos ser salvados, debemos tener corazones tiernos, sensibles y llenos de vida. Nuestros corazones deben romperse… como la tierra y deben ser excavados y regados y tender, y ser cultivados, hasta que se conviertan en jardines aceptables a nuestro Dios”.

“Podemos meditar en los sufrimientos de Cristo y por esta meditación, conforme pasa el tiempo, entraremos en estos sentimientos profundos. Podemos orar a Dios para que haga por nosotros lo que no podemos hacer por nosotros mismos, hacernos sentir, darnos un espíritu de gratitud, amor, reverencia, de auto humillación, de temor de Dios, arrepentimiento, santidad y fe viva”.

“Nuestro Señor sintió el dolor del cuerpo con una conciencia y por ello con una voluntad y una intensidad, y con una unidad de percepción que ninguno de nosotros podemos entender o alcanzar, porque su alma estaba tan absolutamente en su poder, tan simplemente libre de influencias o distracciones… tan entregada, tan simplemente sujeta al
sufrimiento…”.

Señor, siempre preferiré pensar en Ti como mi Buen Pastor. Verte despojado de todo en la cruz es difícil, duele mucho, por eso en ocasiones prefiero apartar la mirada de Tu sufrimiento. Pero en la cruz das la vida por tus ovejas, desde ahí me miras, desde la cruz me llamas y por la cruz me muestras el camino a la santidad. Y por esas valiosas razones, quiero aprender a amar y a unirme a ese árbol doliente y bendito cada día más.

“En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo” Jn. 16, 33.

*El libro “The Tears of Christ” Meditations for Lent es de Augustine Institute y lo encuentras a la venta en Amazon US.

www.elarbolmenta.com

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de junio de 2021 No. 1352

Por favor, síguenos y comparte: