Por P. Fernando Pascual
El consejo de la oración continua nos invita a convertir nuestra existencia en un diálogo constante con Dios. Ese diálogo implica oraciones vocales, oraciones mentales, y la vivencia de la caridad.
Santa Catalina de Siena lo explicaba en su famoso “Diálogo”. El alma se propone realizar oraciones vocales, con las que se ayuda a hablar con Dios, apoyada en tantas oraciones de la Iglesia.
Esa oración vocal pasa a oración mental cuando recibe una especial “visita” del Señor, un impulso a hablarle desde el corazón, con esas palabras espontáneas de quien percibe la presencia de Dios en nuestras vidas.
Esto es posible para todos. Así lo expone Santa Catalina: “Cada uno según su estado debe practicar un tiempo destinado a la oración. Fuera de este tiempo, todo lo que haga para el bien del prójimo con buena voluntad puede llamarse oración” (“Diálogo”).
Ello está confirmado por un texto de san Pablo: “Orad constantemente” (1Ts 5,17). Santa Catalina lo “traduce” con bastante libertad: “No cesa de orar el que no cesa de bien obrar”.
Al unirse a Dios en esa oración continua, con palabras, con la mente, con la caridad, el alma queda transformada, pues la cercanía de Dios nos da una nueva mentalidad, un nuevo corazón, una capacidad de vivir en cada momento el mandamiento del amor.
Este día puedo convertirlo en una continua liturgia de alabanza, unida al cántico que toda la Iglesia dirige al Cordero que ha vencido la muerte y nos ha dado una vida nueva.
Así hacemos nuestra la invitación del apóstol Pablo: “Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual” (Rm 12,1).
Imagen de Esteban Rodriguez en Pixabay