Por P. Fernando Pascual

La vida nos llena de cansancios, tensiones, heridas, gozos buenos, deseos realizados o por realizar, miedos y esperanzas.

En ocasiones, nos falta equilibrio. Las tensiones se hacen más agudas, notamos el peso de algunas urgencias, y el corazón siente una extraña angustia.

Necesitamos, entonces (y siempre) recuperar el equilibro interior, para que la paz nos ayude a afrontar cada cosa con una perspectiva justa.

En un manuscrito de un monje anónimo, quizá escrito el siglo XVII, se puede leer un consejo que tiene una actualidad sorprendente.

“Seguramente habrás notado que cuando estás cansado o cuando tienes una herida en el corazón, todo se hace más difícil. Porque si el corazón está herido, aunque tú busques dominarte y, con la gracia de Dios, consigas disimular, aquella herida sangrante te quita las fuerzas y siempre se produce un momento o una ocasión en la que, cuando menos te lo esperas, aquel dolor te domina y te lleva a actuar como no quisieras”.

Llegar a esos momentos en los que explota la situación nos causa pena. Descubrimos la propia vulnerabilidad, y también los demás perciben que algo no está bien en nuestro interior.

El manuscrito antiguo ofrece un consejo que puede ayudarnos ante esas situaciones difíciles.

“Por eso, como ocurre con los males del cuerpo, hay que cuidar las heridas del espíritu y su salud. Aunque te sientas fuerte, sin embargo eres débil. Por eso, ten la humildad de descansar”.

Sí: necesitamos tomar momentos para un descanso renovador, de forma que nuestras heridas puedan curarse del mejor modo posible. Así sigue nuestro texto:

“Incluso si todos te requieren y pretenden tu tiempo y tu ayuda, tú debes tener la humildad de ponerte a un lado el tiempo necesario para recuperar fuerzas. No te consideres indispensable: este mundo ha sido hecho sin ti y seguirá adelante cuando tú dejes de existir”.

Un monje antiguo recuerda algo que tiene una actualidad sorprendente en un mundo de prisas, depresiones, angustias, activismo: no somos imprescindibles, la vida sigue adelante con o sin nosotros.

Por eso, con humildad, pediremos a Dios ayuda para tener un corazón sereno, y luz para recuperar, con un descanso saludable, ese equilibrio interior que nos permita seguir adelante, conscientes de nuestras debilidades, y confiados en que lo único que vale la pena es dejarnos amar, y amar con sencillez y alegría.

(Los textos están tomados de un monje anónimo del siglo XVII que ha sido llamado Maestro de San Bartolo, en un libro titulado “Abbi a cuore il Signore”, San Paolo, Cinisello Balsamo 2020, p. 208).

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