Está circulando estos días por redes un programa de podcast de quien se desconoce la autoría en el que una persona que identifican como Enrique de Diego hace una serie de predicciones acerca de cuáles van a ser los efectos a largo plazo de los vacunados contra la covid-19. De Diego llega a decir que los vacunados “morirán en los próximos dos años, con enfermedades autoinmunes […] y su sistema inmunológico destrozado”. Es FALSO. Las vacunas no provocan enfermedades autoinmunes ni destrozan el sistema inmunitario y no hay ninguna prueba de que las personas inmunizadas vayan a morir a causa de ello.
“Los vacunados morirán en los próximos dos años, con enfermedades autoinmunes, respondiendo a la inspección de la proteína Spike, y su sistema inmunológico destrozado”
El audio que nos habéis hecho llegar no indica qué podcast es ni quién lo conduce, pero sí recoge los cortes de un supuesto programa anterior en el que una persona que identifican como Enrique de Diego, “periodista y director de la web RamblaLibre”, la cual se dedica a afirmar que las vacunas harán que la gente fallezca en los próximos dos años, “con enfermedades autoinmunes”. No hay ninguna prueba de ello y no hay ningún caso documentado de efecto adverso asociado a la vacuna que haya aparecido más allá de un par de meses, el tiempo máximo que suelen tardar en aparecer.
“La experiencia con todas las vacunas que se han desarrollado hasta ahora permite concluir que los efectos adversos, si es que los hay, se presentan siempre dentro de los dos primeros meses tras la vacunación”, indica a Verificat Adelaida Sarukhan, inmunóloga y redactora científica del Instituto de Salud Global (ISGlobal) de Barcelona.
Las vacunas no ‘trastocan’ nuestro sistema inmune
Cuando nos inyectan una vacuna, lo que se pretende es estimular al sistema inmunitario para que aprenda a combatir un patógeno dado. Las de la covid-19 generan una inmunidad celular específica, en este caso frente a la espícula del SARS-CoV-2, mientras que los adyuvantes que lleva en su composición (o el propio ARNm en el caso de las vacunas de Pfizer y Moderna) estimulan también la inmunidad innata, que es importante tanto para combatir la infección desde el principio activando el sistema inmune lo más rápido posible, como para procesar y presentar los antígenos a las células B y T, y que estas aprendan a detectarlo cuanto antes.
Es decir, que el fin de las vacunas es que nuestras defensas, por sí mismas, sepan combatir el virus. Sin embargo, desde que comenzara la campaña de vacunación mundial, algunas voces han tratado de alarmar acerca de supuestos perjuicios que pueden causar las vacunas contra la covid-19 en nuestro sistema inmune, como el llamado fenómeno de potenciación de la infección dependiente de anticuerpos (ADE, en inglés), que hace nuestros anticuerpos, que supuestamente combaten las infecciones en el cuerpo, se vuelvan contra él, empeorando incluso la enfermedad. Ya se vio con una vacuna candidata para el SARS testada en animales, y también en otros virus como el dengue o el sincitial respiratorio, pero no ha sido así en el caso de las vacunas contra el SARS-CoV-2. “Al contrario, los ensayos clínicos y la vacunación a gran escala —cientos de millones de personas vacunadas en todo el mundo— indican claramente que las vacunas protegen muy eficazmente contra formas graves de la enfermedad, incluso en personas infectadas con las nuevas variantes”, indica Sarukhan.
Trombosis y el síndrome de Guillain-Barré
Aunque en muy contadas ocasiones, sí que se han notificado casos en los que el sistema inmunitario queda afectado, pero son muy excepcionales. De momento, los únicos eventos descritos son los de trombosis en la inyección de AstraZeneca y, más recientemente, el síndrome de Guillain-Barré en la de Janssen.
“En algunos casos muy raros, las vacunas de AstraZeneca y Johnson & Johnson pueden propiciar la generación o activación de anticuerpos dirigidos contra una proteína (PF4) que se encuentra en las plaquetas, lo cual ocasiona la activación de la misma y la formación de trombos”, resume Sarukhan. “Este tipo de fenómeno, llamado VITT (por vaccine-induced immune thrombotic thrombocytopenia) se ha descrito con una frecuencia aproximada de 10 casos por millón tras la primera dosis y 1 por millón tras la segunda dosis (para AstraZeneca)”.
El otro evento que puede comprometer el sistema inmunitario es el síndrome de Guillain-Barré, un trastorno “poco frecuente”, según los Centros para el Control y Prevención (CDC) de Estados Unidos, en el cual “el propio sistema inmunitario de una persona daña sus neuronas y causa debilidad muscular y a veces parálisis”.
El pasado 12 de julio la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de los Estados Unidos añadió una advertencia en el prospecto de la inyección monodosis de Janssen/Johnson & Johnson, por haber sido observado un aumento del riesgo de desarrollar este síndrome, algo que de momento no se ha observado en otras vacunas como la de Pfizer-BioNTech y Moderna
Photo by Mohammad Shahhosseini on Unsplash