Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Reflexión homilética 14 nov 2021
Ahora sí, amigos todos, estamos al final del año litúrgico, domingo XXXIII del tiempo ordinario.
Nos queda la fiesta de Cristo Rey y después empieza el Adviento que la Iglesia empleará para poner a nuestra reflexión la vida de Cristo que cada año nos lleva de la espera del Mesías hasta la Parusía, venida de Cristo glorioso.
Cada año lo emplea la Iglesia para ayudarnos a imitar a Jesús, caminando a la perfección. Cada año más cerca de Él.
Hoy, en el verso aleluyático, la liturgia nos pide tomar en serio el juicio final y pedir a Dios la gracia de permanecer “en pie”, durante el juicio de Dios a toda la humanidad.
- Daniel
Empleando un estilo apocalíptico, propio del profeta Daniel, nos habla del final de los tiempos y cómo los fieles al Señor “despertarán para la vida eterna” y los impíos, en cambio, “para ignominia perpetua”.
Que nuestra fe sincera recuerde siempre las palabras que repetimos en el Credo:
“Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos”.
Tomemos en serio nuestra fe, fiándonos de Dios.
- Salmo 15
Nos invita a gozar en el Señor que es nuestro tesoro y nuestra herencia eterna.
Meditemos el regalo que Dios tiene para nosotros, que es Él mismo, que se ha hecho nuestro regalo eterno y nuestra heredad:
“El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. Me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad… Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa esperanzada”.
- Carta a los hebreos
La carta vuelve a expresar la grandeza del sacerdocio de Jesucristo.
El hombre siempre se ha sentido pecador y busca toda clase de cosas para aplacar la “cólera de Dios”.
En realidad ninguna ofrenda valía para nada, porque no hay nada en este mundo limitado que pueda aplacar a Dios infinito.
Por puro amor el Verbo se hizo carne y ofreció esa “carne”, su cuerpo, como un sacrificio de valor infinito:
“Con esta sola ofrenda ha perfeccionado para siempre” a la humanidad.
Agradezcamos y participemos en lo posible en la santa misa donde encontramos esta purificación.
- Verso aleluyático
Ya hemos aludido a él al comienzo de esta reflexión, pero es bueno que lo tengamos presente como la idea central de este domingo que, refiriéndose al fin del año litúrgico, nos invita a pensar seriamente si estamos bien preparados y “tener la fuerza para mantenernos en pie ante el Hijo del hombre”, en lo que solemos llamar el juicio final.
- Evangelio
San Marcos nos habla en este párrafo utilizando el género apocalíptico que se nos hace difícil entender.
Por una parte nos habla de la gran concentración de la humanidad al fin de los tiempos, como se nos enseña varias veces en distintos textos bíblicos.
Hoy se nos dice que habrá una reunión de los “elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte”.
A esta reunión le precederán grandes acontecimientos tanto en la tierra como en los astros y el sol y la luna.
De este tema nos ha hablado repetidas veces Jesús, pero nunca podremos concretar el momento porque “nadie sabe el día ni la hora”.
Llama la atención esta advertencia de Jesús que nos dice: “En cuanto al día y la hora nadie los sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo sino solo el Padre”.
Es evidente que aquí Jesús habla de su conocimiento como verdadera criatura ya que, como Dios, conoce lo mismo que el Padre y el Espíritu Santo.
En medio de este género literario nos encontramos con que Jesús parece hablar también de la destrucción de Jerusalén que San Marcos ha unido al fin del mundo:
“Os aseguro que no pasará este generación antes de que todo esto se cumpla”.
De todas maneras debemos profundizar ya que “el cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”.
Imagen de Jeff Jacobs en Pixabay