Por José Antonio Varela Vidal
Llegar a la misión salesiana en territorio Achuar, en plena selva amazónica del Perú y el Ecuador, significa hacer una travesía que toma tres días, con sus mañanas y sus noches. El viaje empieza volando desde el aeropuerto de Lima, y termina después de ocho horas de haber surcado el río en una frágil embarcación, con transbordos intermedios de doce horas por carretera entre las ciudades de Tarapoto y Yurimaguas. En esta última, se ubica el distrito de San Lorenzo, con una extensión de 40,000 km2. Allí, específicamente en el centro poblado de Kuyuntsa, se inculturó el sacerdote salesiano Luis Bolla (1932-2013), quien permanecería por cerca de treinta años como uno más, entre los pobladores de aquellos pueblos originarios del departamento peruano de Loreto.
Rebautizado como “Yánkuam” (Estrella del amanecer), el religioso italiano se insertó en la espesura de la selva y, confundido entre los árboles gigantes y los animales salvajes, él mismo enterró sus raíces para no dejar nunca más la misión salesiana que había fundado, aún sin el favor inicial de sus superiores. Estos, recién pocos años después y ante un auténtico impulso misionero, destinaron más recursos y personal al trabajo inicial que había legado el P. Bolla, cuyas últimas palabras, antes de sufrir un infarto cerebral en Lima, las escribió en tono premonitorio y a la vez urgente: “Temo tu silencio, Señor, ¡tan largo!”
Un misionero santo
Debido a que se encontró con la muerte en Lima y dada la buena fama de santidad recogida por testigos y sus propios hermanos salesianos, el Arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo, dispuso que se abriera el proceso diocesano de beatificación y canonización del P. Luis Bolla. Fue así que en un acto protocolar realizado a fines del mes de setiembre, se instaló un tribunal conformado por peritos y abogados eclesiásticos, que “escuchará y recogerá todas las pruebas y testimonios que permitan ver con claridad la personalidad y la espiritualidad del siervo de Dios, así como el ejercicio de las virtudes y posibles milagros atribuidos a (su) intercesión”, según se lee en la nota informativa.
En dicho acto, el Arzobispo de Lima dio luces acerca de por qué esta causa debe seguir, hasta que se pueda ver a este religioso intrépido elevado a los altares y promovido como intercesor y protector de los misioneros, sobre todo de aquellos que deben enfrentar serias dificultades. En palabras del alto prelado, “el P. Bolla supo entender la sintonía que hay entre el Evangelio y lo que el pueblo Achuar tenía. Él supo entrar en lo más hondo de la lengua y del corazón de la gente”.
El día del traslado de sus restos mortales, que cumplió con un breve pero emotivo recorrido por las comunidades originarias que aceptaron a Cristo gracias a la predicación del P. Bolla, se comprendió a profundidad que sus consabidas “desapariciones” por días enteros, no eran otra cosa que sus decididos viajes a través del río, para visitar y evangelizar a los pueblos originarios; pero ya no solamente a los Achuar, sino también a los Awajún, Huambisa, Candoshi, entre otros.
Sus restos permanecen en la capilla fundada por él mismo en Kuyuntsa, entre otras fundaciones que hizo, tales como centros educativos, internados para jóvenes y emprendimientos comunitarios de agroindustria, para contribuir así al desarrollo de las comunidades productoras y recolectoras.
En el cielo como en la tierra
Así como hemos destacado sus obras materiales, siempre cargadas de espiritualidad autóctona y de inculturación del Evangelio, podemos alegrarnos con el relato de algunos prodigios que, de ser confirmados, podrían ser considerados “milagros” válidos para la causa de beatificación.
Según nos cuenta el P. Vicente Santilli, ex provincial de los salesianos en el Perú y biógrafo y amigo del P. Luis Bolla, ya son varios los relatos que se van conociendo de supuestas intervenciones sobrenaturales en favor de quienes han invocado al futuro beato en momentos de dificultad.
En el libro de su autoría titulado Le dijo sí a Dios (Editorial Salesiana), el P. Santilli expone algunos relatos inexplicables a primera vista y que podrán ser analizados por el tribunal arquidiocesano instalado para ese fin. En la publicación, salida a la luz en 2019, el autor vuelve público el relato de una laica italiana, quien sintió un inexplicable alivio de una dolencia crónica, de forma coincidente con el momento en el que participaba de la Misa conmemorativa por la semana del fallecimiento del misionero, allá en su pueblo de Schio-Vicenza (Italia).
Junto a estos relatos se habla también de la curación extraordinaria de una niña achuar, quien presentaba un diagnóstico fatal, al habérsele detectado un tumor en la cabeza. Sin embargo y según lo que afirman sus familiares, el daño habría desaparecido gracias a la intercesión del invocado P. Luis Bolla.
En estos tiempos de preparación de la Asamblea Eclesial para América Latina, a celebrarse en noviembre desde México para todo el continente, el ejemplo del misionero salesiano es un gran estímulo para la tarea pendiente de la Iglesia. Esto es, presentar un Evangelio inculturado, que permita a pastores y catequistas hacerse entender mejor.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 31 de octubre de 2021 No. 1373