III Domingo de Adviento
Lc 3,10-18
Por P. Antonio Escobedo C.M.
Este domingo ha sido llamado desde hace siglos Domingo “Gaudete”, que es la primera palabra latina tomada de la carta de Pablo: “Gaudete in Domino semper” (Estén siempre alegres en el Señor).
La consigna de la alegría, característica del Adviento, ya fue mencionada el domingo pasado. Hoy se repite insistentemente. En la oración colecta con que iniciamos la Eucaristía pedimos “llegar a la Navidad, fiesta de gozo y salvación, y poder celebrarla con alegría desbordante”. El profeta Sofonías subraya una perspectiva que necesitamos imprimir en el corazón al afirmar que Dios es el primero que se alegra: “Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo, el día de fiesta”. La llamada de Pablo nos interpela también a nosotros: “estén alegres… se los repito, estén alegres… El Señor está cerca”.
Vale la pena proclamar el mensaje de alegría en medio de una comunidad cristiana o de una sociedad con falta de esperanza. Hoy, aquí, Dios nos dirige una palabra de ánimo a todos nosotros invitándonos a no tener miedo, a que nuestro corazón esté en paz, porque Él está siempre cerca de nosotros. En un mundo con tantos quebraderos de cabeza para todos, será de mucha ayuda escuchar la voz profética que nos invita a la esperanza y a la alegría que tienen su fundamento en la buena noticia del Dios que ha querido entrar en nuestra historia para siempre.
Nuestra alegría es profunda porque es participación en la alegría de Dios. No es una alegría superficial, basada en cosas materiales sino que se trata, más bien, de una alegría que se arraiga en la fe para que nadie nos la arrebate. Es la alegría fruto del espíritu; es la alegría que Cristo tenía y que pedía al Padre en la última cena para los suyos; es la alegría que muestra María en su canto de alabanza: “se alegra mi espíritu en Dios mi salvador”.
Nuestra fe no tiene porque ser triste. Tal vez uno de los mejores testimonios que podemos dar en este mundo es la alegría, la serenidad, la esperanza que sentimos por la proximidad de la Navidad. Se tendría que notar en nosotros esta alegría mesiánica basada en el amor que nos tiene Dios. Si los demás nos ven alegres, podrán al menos preguntarse si será verdad que Dios ha venido.
¿Irradiamos la alegría de saber que Dios nace en el portal de Belén? En relación a la alegría podemos preguntarnos ¿cuántas horas hemos reído a lo largo de nuestra vida? ¿Hemos reído lo suficiente? Recordemos que también con la alegría se alaba a Dios.
Tal vez, durante estos días, podamos proponernos hablar de Jesús enfatizando bien la alegría que Él nos trae. No podemos olvidar que el Evangelio consiste en la proclamación de Buenas Noticias en lugar de malas noticias. Es cierto, tenemos que seguir luchando contra el mal, el mal que hay en nosotros y el que hay fuera de nosotros, pero sin perder la paz interior y la alegría de los que se saben en manos de Dios.
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