Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética 23 de enero de 2022

Uno de los regalos que debemos a San Lucas es cómo ubica en la historia de su tiempo la vida y actividad de Jesucristo.

Posteriormente pasaremos al momento concreto con que el evangelista empieza el relato de la vida pública del Señor.

Nehemías

Nehemías, que escribe este libro, era gobernador y junto con el sacerdote Esdras, presentó al pueblo de Israel el libro de la Ley que era desconocido para la mayor parte.

No lo presentó en el templo, que entonces no existía, sino que en la plaza de la Puerta del Agua estuvieron leyendo y explicando la ley al pueblo que escuchaba con gran devoción. La multitud comenzó a emocionarse y a llorar porque no había cumplido la ley del Señor.

El sacerdote Esdras y los levitas tuvieron que animar al pueblo diciéndole: «Hoy es un día consagrado a nuestro Dios. No hagáis duelo ni lloréis».

Y terminaron pidiéndoles: «Vayan a comer buenas tajadas, beban vino dulce y compartan con el que no tiene pues es un día consagrado a nuestro Dios”».

Finalmente insistieron: «No estéis triste pues el gozo en el Señor es vuestra fortaleza».

Qué bueno mantener esta idea tan importante en la vida del cristiano: Dios es nuestro gozo y fortaleza.

Salmo 18

Es el salmo que corresponde a la escucha de la Palabra de Dios cuando se hace con verdadero compromiso:

«La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.

La voluntad del Señor es pura… los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos».

San Pablo

El famoso capítulo doce de la primera Carta a los Corintios nos enseña cómo nos necesitamos todos. Hemos sido bautizados en el mismo Espíritu para formar un mismo cuerpo, que es la Iglesia de Jesús, el cuerpo místico de Cristo.

El apóstol nos enseña también cómo Dios reparte los dones y carismas como quiere para bien no de la persona sino del único cuerpo que es la Iglesia. No son carismas para que cada uno crezca sino para que la Iglesia crezca:

«Vosotros sois el cuerpo de Cristo y cada uno es su miembro».

A continuación el apóstol hace un pequeño listado de dichos carismas o dones:

«En primer puesto los apóstoles, en segundo los profetas, en tercero los maestros, después vienen los milagros, luego el don de curar, la beneficencia, el gobierno, la diversidad de lenguas».

Cuando veamos a alguien que tiene un carisma, debemos pensar: yo tengo lo que Dios te dio y tú lo manifiestas…  Por eso, en vez de envidia, está el gozo por la riqueza del único cuerpo de Jesús que formamos todos.

Verso aleluyático

Nos recuerda la misión que el Padre Dios entregó a Jesucristo.

Seguir el mismo camino de Él es nuestra riqueza y también nuestra misión.  Recordemos:

«El Señor me ha enviado para anunciar el evangelio a los pobres».

Evangelio

El párrafo tiene dos partes distintas.

La primera pertenece al inicio de todo su evangelio, el capítulo uno, donde expresa su intención al escribir el evangelio. Dice cómo él, siguiendo el ejemplo de otros que han escrito los hechos de la vida de Jesús, él mismo ha comprobado exactamente todo lo que narra para compartirlo con un tal Teófilo. Posiblemente Teófilo sea todo el que ama a Dios que es lo que significa este nombre griego.

Después de esto empieza su propio relato diciendo, en el capítulo cuatro, que Jesús regresó a Galilea movido por el Espíritu Santo.

Más tarde fue a Nazaret, su pueblo, y entrando en la sinagoga, leyó el texto de Isaías:

«El Espíritu del Señor está sobre mí porque Él me ha ungido».

¿Has pensado, amigo, que tú también has sido ungido por el Espíritu Santo en el bautismo para que vivas y anuncies el Evangelio a los que no lo conocen?

Esa es tu misión como católico, la misma de siempre porque ese el mandato de Jesús.

 

Imagen de klimkin en Pixabay

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