Por P. Fernando Pascual
Renzo Buricchi (1913-1983) había nacido en Toscana (Italia) de una familia de campesinos. Transcurrió su infancia en el campo. Luego se trasladó a la ciudad.
Aunque no terminó sus estudios de secundaria, hizo un camino espiritual que le llevó al Evangelio y a la Iglesia. Durante muchos años, fue un sencillo propietario de un bar en Prato, desde donde hacía su “apostolado” entre los clientes.
Quienes estuvieron más cerca de él, descubrieron que poseía una espiritualidad sencilla, evangélica, abierta a los mil mensajes del amor de Dios presente en las plantas, en los animales, en cada uno de los seres humanos.
Renzo Buricchi tuvo un infarto el 3 de octubre de 1983. Fue reanimado en el hospital. Al día siguiente pudo hablar con uno de sus discípulos, Marcello Pierucci. Entre otras cosas, le dijo:
“Marcello, te lo digo a ti y tú, a tu vez, tienes que decirlo a todos: ¡morir es un tránsito maravilloso! Me sentí envuelto en una luz sin igual y, al mismo tiempo, inmerso en la intensidad de una paz y una dicha que no es comparable con ninguna otra sensación que haya sentido antes…”.
Luego agregó: “Marcello, hasta el último día de tu vida no te canses de decirles a todos que no hay que temer la muerte, porque es un paso estupendo, del cual nunca querríamos regresar”.
Dos días después, el 6 de octubre, llegó el médico y preguntó a Renzo si necesitaba algo. Renzo respondió: “Yo no, doctor. ¿Y usted?”.
Renzo añadió: “Mire doctor, yo no tengo nada más que pedir, porque esta experiencia me ha dado la prueba certera de que el hombre recorre toda su vida al margen de la Gloria de Dios y no se da cuenta. Y la Gloria de Dios es precisamente esa luz en la que, aunque por un brevísimo tiempo, me fue dada la posibilidad de entrar”.
Sí, toda nuestra vida es vivir al margen de la Gloria de Dios, muchas veces sin darnos cuenta de lo que eso significa.
Necesitamos, con urgencia, pedir ayuda a Dios para desapegarnos de tantas preocupaciones falsas que cierran los ojos de nuestro corazón a lo importante, y para que nos ayude a reconocer que lo único importante es vivir ahora con esa dicha y paz que uno experimenta cuando se abandona, como hijo, en las manos de ese Dios que tanto nos ama.
(La historia de Renzo Buricchi ha sido narrada por Marcello Pierucci en Un cipresso per maestro, Cantagalli, Siena 2011).
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de enero de 2022 No. 1385