Por P. Prisciliano Hernández Chávez CORC

Luis Jorge Borges, el gran literato argentino universal (1899-1986), en un poema utiliza estas expresiones, sencillas, reales y profundas: ‘Cuántas cosas iguales…Cuántas cosas distintas…Cuántas cosas eternas…’Y así es. En nuestro ámbito contemporáneo y globalizado, en el cual contamos con toneladas de información, el sentido crítico se ha visto disminuido en su tesitura de ‘saber lo que otros han dicho, pensar por sí mismo y no contradecirse’, en el dicho de Kant.

Ciertamente hay muchas cosas iguales en la naturaleza o en las propias percepciones. Quizá se pueda inscribir en cierta mentalidad clásica de los griegos, su visión cíclica del tiempo o aquella del Eclesiastés, o Qohélet, ‘Lo que fue, eso será; lo que se hizo, eso se hará. Nada nuevo hay bajo el sol’(1, 9). Pero, ciertamente hay cosas distintas en todos los órdenes del conocimiento y de la vida. Lo importante es percibir lo eterno. Aquello que se aloja en el ‘Misterio’ y que nos lanza a buscar la verdad; desde la oscuridad dejarse guiar por el resplandor de una estrella insólita, como aconteció con los Magos, quienes iniciaron su peregrinación de la búsqueda. Algo exterior los movió; algo interior los impulso a ponerse en camino (Mt 2,1-12).

Los Magos, son los representantes de los pueblos paganos; no conocen las Escrituras Santas de Israel; conocen las constelaciones. Ven estrellas parecidas; aparece, sin embargo, una muy diferente. Quizá por el género literario del ‘midrash’ que utiliza san Mateo, recalca ciertos detalles paralelos del Antiguo Testamento que se cumplen de hecho, como la profecía de Balaán o la Estrella de Jacob, evocada en el relato: la Estrella que se identifica como el signo del Mesías Rey de Israel: ‘Lo veo pero no es ahora; lo contemplo, pero no de cerca: de Jacob avanza una estrella, de Israel surge un cetro…’(Núm 24,17).

Buscan al Rey de Israel, que acaba de nacer. Herodes, puesto por los romanos como Rey, ve amenazado su trono; los letrados y sabios de Israel, conocedores de las Escrituras, citan al profeta Miqueas quien afirma que ‘nacerá en Belén’. Cuánta inquietud la del rey Herodes y la mediocridad de los sacerdotes y letrados.

Hay algo similar: los reyezuelos que ven amenazado su poder, buscarán eliminar a los inocentes; el poder político o de los informados poco ilustrados, muchas veces han manifestado su hostilidad hacia Jesús, a los niños y a las personas humanas; pero también los representantes religiosos cuando ven afectado su ‘modus vivendi’, se sienten molestos y critican los ejemplos y las propuestas de los santos. Hoy el triste espectáculo de los que atacan al Papa Francisco, quien nos lleva a conocer, a vivir  y a proclamar el ‘Evangelio sin glosas’ como lo enseñó el mismo Francisco de Asís.

Ante Jesús, Niño, la postura de los Magos es la ‘adoración’. Para Sor Isabel de la Trinidad, ‘La adoración me parece que se puede definir como el éxtasis del amor. Es el amor suscitado por la belleza, la fuerza, la grandeza inmensa’ de Dios (Ultimo retiro, día 8º). Esto es lo que tenemos que sentir en el núcleo interior de la persona, en nuestro corazón.

Los regalos de los Magos, – en lectura simbólica tradicional, el oro lo ofrecen al Rey, el incienso a Dios y la mirra al Hombre sufriente. Quizá hoy vale la pena darle una traducción contemporánea a estos presentes, como lo hace José Antonio Pagola: descubrir lo divino en lo humano. Con el oro reconocer la dignidad y el valor del ser humano. Un niño merece que se pongan a sus pies las riquezas del mundo; el incienso manifiesta el deseo de que la vida del niño se eleve al cielo; la mirra como medicina para curar la enfermedad y aliviar el sufrimiento: el ser humano necesita cuidados y consuelo ( cf Camino Abierto por Jesús, Matero). Descubrir por tanto ‘la Estrella’ en los niños, pobres y enfermos, para adentrarnos en el misterio de Dios.

También los sacramentos son ‘Estrella’ para descubrir a Jesús, como lo enseña san Ambrosio: ‘Tú te me has mostrado, oh Cristo, cara a cara. Yo te he encontrado en tus sacramentos’. De modo especial hemos de descubrir a Cristo que se nos manifiesta en la Eucaristía, – ‘Jesús que ahora te contemplo velado’, -Jesum quem velatum nunc auspicio. Más allá de los velos de su humanidad, que ocultan su divinidad, están los velos que ocultan su humanidad en este sacramento admirable de la Eucaristía, Cristo mismo en las especies sacramentales. Todo sacramento, en especial la Eucaristía, son epifanía, o manifestación de Dios en Cristo.

Si sabemos ver la ‘estrella’, es necesario ponerse en camino para adorar al Señor. Hay cosas iguales, cosas distintas y cosas eternas ¿Qué es para mí la Epifanía del Señor? Algo igual, algo diferente, ¿o en el tiempo percibo lo eterno y alojo en mi corazón de quien ve más allá de las apariencias, el Amor eterno de Dios?

 
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay

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