Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética del 6 de febrero de 2022

Sabemos muy bien, porque nos lo enseñó Jesús, que es Dios quien da las vocaciones a la Iglesia.

Las lecturas de hoy nos presentarán a Dios en el Antiguo Testamento llamando a Isaías que responde con la maravillosa respuesta de: «Aquí estoy, mándame».

Por su parte, el Evangelio nos muestra cómo Jesús llama a los primeros apóstoles que le dan una respuesta inmediata.

¿Tú y yo estamos disponibles ante el Señor?

Isaías

Dos partes encontramos en este capítulo 6.

En la primera el canto litúrgico que rezamos a diario después del prefacio.

En efecto, dice Isaías que los serafines se gritaban uno a otro:

«Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos. La tierra está llena de su gloria».

Para completar nuestra formación será bueno que recordemos que también el eco de esta oración lo encontramos en el Apocalipsis (4,8) donde se nos dice que «los cuatro vivientes del Apocalipsis cantan sin pausa: santo, santo, santo es el Señor Dios, el todopoderoso, el que era y es y ha de venir».

De esta manera nos enriquecemos a la hora de meditar dicha oración.

Por otra parte leemos cómo un serafín, con un ascua en la mano, le purifica la boca a Isaías, diciendo:

«Esto ha tocado tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».

A continuación el profeta nos dice cómo nació su vocación. Oyó a Dios: «¿A quién mandaré? ¿Quién irá por mí?».

El profeta generoso contesta: «¡Aquí estoy, mándame

Salmo 137

Se trata de una oración de alabanza al Señor en la cual el salmista lo glorifica y le pide también que cuantos lo escuchen se unan a esta alabanza y acción de gracias:

«Te doy gracias, Señor, de todo corazón. Delante de los ángeles tañeré para ti. Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad… Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra al escuchar el oráculo de tu boca».

San Pablo

La carta de San Pablo a los corintios nos presenta hoy uno de los textos más claros de cómo nuestra fe viene primero por la Tradición y después por la Escritura.

Esta verdad de fe que nos enseña, nos advierte Pablo, que la ha recibido:

«Yo os transmití, tal como lo había recibido…».

Luego, Pablo, escribe lo recibido en la carta a los corintios. De esta manera, lo que fue Tradición ha pasado a la Biblia, lo mismo que sucederá cuando el apóstol hable de la Eucaristía.

La verdad que hoy nos enseña San Pablo es «que Cristo murió por nuestros pecados, que fue sepultado y que resucitó al tercer día».

Después narra las distintas apariciones a Pedro, a los doce, a más de quinientos hermanos. Después se le apareció a Santiago… «Por último se me apareció también a mí».

Es importante cómo Pablo nos enseña a reconocer la verdad sin orgullo:

«Por la gracia de Dios soy lo que soy y su gracia no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Pero no he sido yo sino la gracia de Dios conmigo».

Verso aleluyático

Recuerda la llamada de Jesús según San Mateo:

«Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres».

Evangelio

El Evangelio nos presenta a Jesús subiendo a la barca de Simón para hablar a la gente ya que hay una multitud.

Cuando termina dice a Pedro: «Rema mar adentro y echad las redes para pescar».

Aunque Pedro, como buen pescador, sabe que no hay peces y se lo advierte a Jesús, añade: «Por tu palabra echaré las redes».

La pesca es tan abundante que no solo se llena la barca de Pedro sino que tienen que llamar a Santiago y Juan para que llenen también su barca.

Pedro, que no podía comprender esa pesca milagrosa, se echa a los pies de Jesús diciendo:

«Apártate de mí, Señor, que soy un pecador».

Jesús aprovecha la oportunidad para decirle:

«No temas, desde ahora serás pescador de hombres».

A partir de ese momento los cuatro pescadores dejan sus barcas y siguen a Jesús.

Imagen de Peggy und Marco Lachmann-Anke en Pixabay

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