Para la 56 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Francisco ha firmado el pasado 24 de enero un mensaje que tituló “Escuchar con los oídos del corazón”. Escribe:
“Estamos perdiendo la capacidad de escuchar a quien tenemos delante, sea en la trama normal de las relaciones cotidianas, sea en los debates sobre los temas más importantes de la vida civil”.
Y agrega: “A un ilustre médico, acostumbrado a curar las heridas del alma, le preguntaron cuál era la mayor necesidad de los seres humanos. Respondió: ‘El deseo ilimitado de ser escuchados’. Es un deseo que a menudo permanece escondido, pero que interpela a todos los que están llamados a ser educadores o formadores, o que desempeñen un papel de comunicador: los padres y los profesores, los pastores y los agentes de pastoral, los trabajadores de la información y cuantos prestan un servicio social o político”.
¿Qué es escuchar?
La palabra “escuchar” viene del latín auscultāre, que procede a su vez de dos palabras: auricŭla, que significa “oreja”, y del verbo inclināre, es decir, “inclinar”.
Por tanto, escuchar no es simplemente oír, sino que expresa la idea de “inclinar la oreja” o “inclinarse para aplicar la oreja”; es decir, significa poner atención a los sonidos que se escuchan, sean palabras o cualquier otra cosa.
Por tanto, la diferencia entre escuchar y oír depende de la actitud del individuo.
No se escucha al otro
A pesar de vivir en la era de los medios de comunicación, en todo el planeta se ha venido implementando, primero gradual y sutilmente, y en los dos últimos años a velocidad de rayo, una especie de dictadura en la que no sólo no se escucha al otro, sino que ni siquiera se le deja hablar.
Piénsese, por ejemplo, en el tema del “lenguaje inclusivo”, que ha significado la imposición de una forma de pensamiento único, en la que las televisoras, la radio, muchos periódicos, las principales redes sociales y casi todos los motores de búsqueda de internet son usados para censurar palabras, conceptos y puntos de vista sólo por no concordar con el discurso de los ideólogos, sin importar si los que quieren ser escuchados son académicos o pensadores del más alto nivel, aunque hablen con absoluto conocimiento de causa.
Como advertía el dramaturgo griego Esquilo de Eleusis, “oye sólo a medias el que oye sólo a una de las partes”.
El peligro de escuchar
Escribe Francisco que escuchar es “decisivo en la gramática de la comunicación y condición para un diálogo auténtico”.
Entonces, ¿por qué se ha llegado al punto en que no se quiere escuchar ni que los demás escuchen? Responde el escritor Oscar Wilde: “Es peligroso escuchar: se corre el riesgo de que te convenzan”.
Y por desgracia, como denuncia otro escritor, Khalil Gibran: “Algunos oyen con los oídos, algunos con el estómago y algunos con el bolsillo”.
TEMA DE LA SEMANA: EL OLVIDADO ARTE DE ESCUCHAR AL OTRO
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 6 de febrero de 2022 No. 1387