Por P. Fernando Pascual
Quizá ya para muchos resulta “normal” que existan periodistas y medios informativos que manipulan la realidad, que divulgan algunas “noticias” y silencian otras, que difunden errores, o incluso mentiras, conscientemente.
Lo que debería ser motivo de sorpresa es que miles de personas siguen leyendo medios informativos caracterizados por su falsedad. Incluso los leen quienes saben que sus periodistas manipulan descaradamente los hechos.
Puede darse un motivo sencillo sobre esto: aunque uno sepa que esta agencia de noticias o página informativa se caracterizan por sus trampas ideológicas, cree que es bueno conocer qué dicen en ese periódico.
Porque un periodista que miente, que oculta ciertos datos mientras difunde otros, que inventa declaraciones o que lanza calumnias contra políticos o contra personas influyentes, tiene objetivos concretos y promueve una agenda que resulta importante conocer.
El periodista manipulador, en efecto, trabaja con dos posibles motivaciones. La primera: difundir sus propias ideas y sus proyectos, al mismo tiempo que denigra y ataca a los “adversarios”.
La segunda, que puede darse o no darse simultáneamente con la primera: miente porque le pagan, y le da igual defender a los azules o a los rojos con tal de recibir un buen salario y ascender en su carrera.
Es triste presenciar este tipo de comportamientos, máxime en quienes, por ética profesional, estarían llamados a ayudar a la gente a conocer mejor lo que ocurre en el mundo cuando elaboran buenas investigaciones periodísticas.
Pero el mundo en casi todos sus diferentes ámbitos ha sido herido por el pecado y las pasiones desordenadas, y ello vale también para la profesión periodística.
Los que leen, a veces con desagrado, tantas y tantas manipulaciones, podrían buscar modos concretos para ayudar a los malos periodistas a convertirse y a orientar sus energías interiores hacia la búsqueda de la verdad.
No resulta fácil contrarrestar el mal del periodismo manipulador, ni encontrar los modos concretos para hacerlo. Hay uno sencillo y asequible, que puede tener una incidencia más o menos efectiva: boicotear (no leer) aquellos medios que una y otra vez difunden mentiras y ocultan verdades.
Ese boicot podría estar acompañado por otras acciones. Una, por empezar a recoger ideas, consistiría en la denuncia sistemática, por los canales adecuados, de mentiras y tergiversaciones que algunos medios difunden.
Otra, no siempre fácil de aplicar (porque por desgracia hay manipulaciones en muchos medios), llevaría a optar por seguir a periodistas y medios informativos que sean más honestos y muestren un auténtico espíritu de investigación ante cada “dato” que salta en las grandes agencias de noticias.
Mientras los malos periodistas sientan que muchos les leen y que pocos les recriminan sus mentiras, habrá miles de personas que cada día alimentarán su mente con distorsiones y manipulaciones.
Pero si cada día hay más personas que dejan de leer manipulaciones en la prensa y promueven el buen periodismo, será posible construir modos concretos para acceder a la verdad y así alcanzar un mejor conocimiento del complejo mundo en el que nos ha tocado vivir.
Imagen de Mike Ramírez en Pixabay