Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
En esta misa el Señor Obispo bendice solemnemente el ‘óleo de los enfermos’, ‘el óleo de los catecúmenos’ y ‘consagra el santo crisma’.
El Obispo celebra con su presbiterio; en esta misa se manifiesta la comunión de los presbíteros con su obispo. Mientras estén en su jurisdicción diocesana, son su presbiterio y es un único presbiterio; además de los sacerdotes diocesanos los que son de otras familias de consagrados o religiosos por su condición presbiteral. Esto es en la perspectiva teológica y litúrgica.
En esta celebración se renuevan públicamente, ante el Obispo y ante el Pueblo de Dios, las promesas sacerdotales.
El obispo invita a renovar las promesas que implican unirse íntimamente a Jesucristo modelo del sacerdocio, a renunciar a sí mismos, a renovar los compromisos sagrados para servicio de la Iglesia, a ser fieles dispensadores de los misterios de Dios, como la Eucaristía y las acciones litúrgicas, a cumplir con el oficio de enseñar a ejemplo de Cristo, Cabeza y Pastor, impulsados no por los bienes terrenos, sino impulsados solo por el bien de los hermanos.
La ‘oración colecta’ de esta celebración pone de manifiesto el espíritu de toda la celebración litúrgica:
‘Dios nuestro, que por la unción del Espíritu Santo constituiste a tu Hijo Mesías y Señor, concédenos a nosotros que participamos de su consagración sacerdotal, dar testimonio en el mundo de su amor redentor’.
La bendición del ‘óleo de los enfermos’ señala que cuántos sean ungidos con él sientan en el cuerpo y en el alma la divina protección y experimenten alivio en sus enfermedades y dolores; en la bendición del óleo de los catecúmenos, se implora a quien será ungido con él para la preparación de su bautismo, les sea concedida la sabiduría y la fortaleza, de un modo especial el profundo conocimiento del Evangelio y ayude a aceptar los compromisos de la vida cristiana aceptando la alegría.
La consagración del Crisma es muy solemne. Evoca el ‘olivo’ que suministra el aceite que se dispone para ser santo crisma; se evoca a David quien profetizó los sacramentos y nos invitaba a ungir los rostros con el óleo de la alegría; recuerda la paloma y el ´ramo del olivo´ posterior al diluvio, signo de la gracia futura y la restauración de la paz, la unción de Aarón, el bautismo del Señor donde aparece el Espíritu Santo en forma de paloma y la voz del Padre declara que es el Hijo amado, en quien se cumple la profecía de David, Cristo, es decir el Ungido con el óleo de la alegría. A partir de este momento, los concelebrantes extienden su mano hasta el final de la plegaria hacia el crisma para la oración propiamente consecratoria, a diferencia de la evocatoria anterior. Se pide que el aceite sea pleno con el poder del Espíritu Santo; que sea signo de vida y salvación para los que van a nacer por el agua del bautismo; que a través de este signo del crisma sea concedida la dignidad real, sacerdotal y profética.
El nombre de ‘cristiano’ procede de la palabra ‘Cristo’ (cf Hech 11,20); Cristo es la traducción griega de la palabra ‘Mesías’ del hebreo que significa ‘Ungido’ a quien le pertenece ser Rey y Sacerdote en plenitud.
El aceite consagrado, -el santo crisma, simboliza y representa al Espíritu Santo. Cristo Jesús, el Ungido de Yahvéh, tiene en plenitud la unción del Espíritu Santo. En el bautismo, en la confirmación, en la ordenación sacerdotal, – en sus diversos grados, se recibe la unción del Espíritu Santo, mediante el santo crisma, para la identificación con Cristo Jesús-Mesías-Ungido, según sea conferida la dignidad real y sacerdotal al Pueblo de Dios, sea a algunos elegidos que habrán de participar del ministerio sacerdotal, para continuar en nombre de Cristo y con la potestad del Espíritu Santo la misión de Cristo: preparan el sacrificio redentor de la misa, alimentar con la Palabra, fortificar con los sacramentos y estar consagrados a la salvación de los hermanos, de la humanidad.
El Papa Benedicto XVI recuerda la relación de la palabra griega ‘elaion’,-aceite y la palabra ‘eleos’, que significa misericordia; de este modo se recuerda que el óleo consagrado es signo de la misericordia de Dios. El presbítero o el sacerdote ha sido ordenado por la imposición de las manos y ha sido ungido con el santo crisma, para ofrecer siempre la misericordia de Dios.
La paloma y el ramo de olivo, nos recuerdan que en Cristo, ese ‘nuevo olivo’, es su Cruz, que significa un ‘no’ rotundo a toda violencia. Como miembros del pueblo sacerdotal y sacerdotes ministeriales, estamos en comunión con Cristo y hemos de promover la Paz, siempre dispuestos a sufrir por el bien de todos en Cristo.
El Espíritu Santo-Amor que hemos recibido en los sacramentos debe de ser el principio de la alegría que procede de Dios en Cristo Ungido.
En el santo crisma, el óleo consagrado, nos toca la bondad del Creador y el amor de Cristo-Ungido- Redentor.
Si hemos sido ungidos con el óleo santo hemos de contribuir con nuestro gozo (2 Cor 1, 24) a la paz y a la alegría del mundo. ‘Amas la justicia y odias la maldad, por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con el óleo de la alegría entre todos tus compañeros’ (Sal 45 o 44, 8 ).
Imagen de Gachuz en Cathopic