Por Raúl Espinoza Aguilera

Siempre que veo por internet o televisión a los atletas en los juegos Olímpicos, estoy casi seguro que son personas con muchos valores. Naturalmente, habrá sus excepciones.

Considero en el gran número de tiempo que han dedicado a sus respectivas especialidades para lograr tener un papel destacado.

Observando, por ejemplo, el patinaje artístico y a sus competidores de las pasadas Olimpíadas de Invierno, tengo la impresión de que todos podrían haber sido campeones por su calidad y profesionalismo. Aunque los jueces determinen quiénes lo hicieron mejor mediante la puntuación. Un cronista de la TV comentaba que ese patinaje por parejas o individual es una conjunción de arte, ballet y gimnasia con una coreografía y música bien seleccionadas.

Recuerdo la alta puntuación que alcanzaron Olga Korbut en Munich (1972), Nadia Comaneci en Montreal (1976) con calificación ¡de100 puntos cerrados!, Svetlana Khorkina en Atlanta (1996) dentro de la gimnasia olímpica. Ellas aún siguen siendo leyenda y están presentes en la memoria de los seguidores de ese deporte.

Svetlana decía -en una entrevista de prensa- que al mirar en Atlanta el enorme estadio completamente lleno, con personas de muy diversos países, lenguas y una gran cantidad de medios de comunicación sintió vértigo porque ella contaba con escasos 15 años -casi una niña- y habitualmente trataba a pocas personas ya que era originaria de una población pequeña. Su rutina era desplazarse desde su departamento al gimnasio donde entrenaba y luego regresar a su casa. Pero de pronto, el enfrentarse a tanto bullicio de toda aquella multitud se desconcertó. Tuvo que hacer acopio de sus fuerzas mentales para no desconcentrarse en medio de ese barullo y, finalmente, obtener su presea de oro.

Previo a la competición, ellas y ellos tuvieron que vencer infinidad de obstáculos para ser seleccionados en las rondas eliminatorias de sus países o regionales y poder competir en las Olimpíadas. Cuando obtuvieron las medallas comentan –con emoción- que aquellos sueños que tenían desde su infancia o adolescencia se convirtieron en realidad. Su alegría aumenta cuando ven izarse las banderas, escuchar los himnos de sus respectivas naciones y considerar el gozo que tendrían –en ese momento- sus familiares, amistades y paisanos.

El lema de los atletas suele ser: no decepcionarse o desanimarse ante los fallos o equivocaciones, obedecer a sus entrenadores y no perder la esperanza de ganar en las diversas competiciones. Saben que el fracaso es parte del aprendizaje y que jamás se debe abandonar la lucha.

Se suelen lastimar sus músculos, tendones y ligamentos y esperar con paciencia su restablecimiento. A veces se avanza un poco y otras, tienen la impresión que retroceden.

Es cuando entra en juego el espíritu deportivo para levantarse y recomenzar cuantas veces haga falta. Como escribía Winston Churchill: “En el combate; resolución; ver la derrota como un desafío; en la victoria, magnanimidad; en la paz, buena voluntad”.

O también, aquella conocida frase: “El carácter se manifiesta en los grandes momentos, pero se construye en los pequeños”. Es decir, los grandes logros se obtienen a base de cosas pequeñas, como lo comentan los atletas con sus entrenamientos diarios. En las importantes competiciones confiesan que se suele experimentar miedo, pero hay que aprender a autocontrolarse.

El atleta Usain Bolt, corredor de los 100 y 200 metros planos obtuvo numerosas medallas de oro en los juegos Olímpicos de Beijing, Londres y Río de Janeiro. Perseveró en su afán por romper récords mundiales y lo logró con creces. La velocidad que alcanzaba en las pistas era asombrosa.

Anteriormente, en la década de los ochenta, el atleta Carl Lewis destacó por sus triunfos en esas mismas pruebas, más la del salto de longitud. También fue impresionante la cantidad de combates de box que tuvo que sostener José “Mantequilla” Nápoles para obtener el campeonato mundial de Peso Welter, no se obstante que no se le permitía luchar contra el campeón por diversas razones, pero no se desanimó y fue constante en sus deseos de triunfar. Por otra parte, la mujer más veloz del mundo es la jamaicana Elaine Thompson, con 3 medallas de oro obtenidas en la pasada Olimpíada de Tokio, al superar a Shelly-Ann Fraser-Pryce. Y así podríamos seguir relatando numerosos valores y virtudes de los atletas.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 27 de marzo de 2022 No. 1394

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