Dios se mantiene a la espera de que le permitas entrar en tu vida
Por Angelo De Simone
No es tarea fácil hacer silencio en un mundo tan ruidoso. No obstante, es un ruido superficial, lleno de vanidades, de ausencia de Dios. “¿Dónde está Dios?” es una pregunta que escuchamos mucho ante las grandes oscuridades en nuestro mundo, carente de amor, de misericordia, de esperanza.
Particularmente, creo que es importante reformular la pregunta y decirnos: ¿Qué sugiere Dios con su silencio? Dios sugiere solo una cosa: La libertad que le ha otorgado al hombre para transformar su mundo. Si sembramos mal, cosecharemos mal. Si sembramos bien, cosecharemos bien. Ahora bien, ¿será que podemos encontrar en el silencio de la oración respuestas para nuestra vida? Sin duda alguna. Sólo y únicamente, podremos escuchar a Dios cuando nuestro corazón este dispuesto a escucharlo, de lo contrario, Dios se mantendrá a la espera de que le permitas entrar en tu vida.
La ternura
En el siglo XXI, es cada vez más necesario apuntar a un cambio de vida, a Revolucionarnos con la ternura de Dios, haciendo sonora su voz. La Evangelii Gaudium nos lo presenta de manera elocuente: “El hijo de Dios en su encarnación nos invitó a la revolución de la ternura” (EG, 88). Dios ha mostrado la ternura con sus hijos en todo momento en la historia de salvación, siendo una expresión eminente de esta ternura divina el perdón de los pecados.
La ternura es, pues, una dimensión de la caridad: la expresión concreta de la misericordia de Dios y la respuesta humana a esa donación, un amor integral, en cuerpo y espíritu. Esta revolución, por consiguiente, requiere un cambio de paradigma. Es necesario adentrarnos a nosotros mismos, hacer silencio, apagar nuestros móviles, nuestras redes, nuestra mente y preguntarnos: ¿Cómo quiere Dios que revolucione mi vida? ¿Qué herramientas me ha ido ofreciendo de las cuales puedo tomar provecho? ¿Qué acciones puedo realizar en mi vida cotidiana para encender la llama del amor de Dios en mi vida y transmitirla a los demás?
Espacio para el silencio
Cuando estemos perdidos, sin rumbo fijo, sin sentido en nuestro actuar, adentrémonos en el silencio, busquemos un espacio en nuestro día para encontrarnos en el silencio de amor de Dios. No hacen falta muchas palabras para dialogar con Dios, porque no es un Dios complejo, al contrario, es un Dios que nos pide ser como niños para entrar al Reino de los cielos.
Muchas veces hará falta, como Moisés, quitarnos las sandalias de la soberbia, de los títulos universitarios, de las ideologías para poder mirar el rostro de Dios cara a cara, estando atentos a su palabra y a la misión que nos envía.
¿Quieres seguir a Cristo? Conócete, adentra en ti y síguele. Recuerda que el primer camino que tienes que recorrer es hasta tu interior, y allí, postrado ante su presencia, escúchale en silencio y disponte a responder a su llamada.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 26 de junio de 2022 No. 1407