A la memoria de Camú, mujer prendada del amor a la Sma. Trinidad, cuya devoción la llevó a colaborar en la edificación de un Templo en honor a este entrañable misterio, fundamento de la fe cristiana y católica.

Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.

Parece que existe un ‘déficit’ con relación al misterio de la Santísima Trinidad, tanto en su vivencia, en su práctica devocional y una nula inteligencia y consideración en conexión orgánica con los misterios de la fe cristiana y católica.

Parece que no importan las consideraciones de Cesáreo de Arlés, quien afirma que ‘la fe de todos los cristianos se fundamenta en la Trinidad’, o aquello de Santo Tomás de Aquino, en el mismo sentido, que ‘la fe cristiana principalmente se fundamenta en la confesión de la Santa Trinidad’.

Es increíble que el mismo filósofo Hegel quien puso en su tiempo la consideración de este tema trinitario, -por supuesto en su visión idealista no conforme a la fe cristiana, decía ‘el que no sepa que Dios es uno y trino no sabe nada del cristianismo’.

Ya Goethe en un diálogo con Eckermann (1824) sostenía: ‘Yo creía en Dios y en la Naturaleza y en la victoria de lo noble sobre lo malo; pero eso no era suficiente para las almas pías: debía creer también que tres es uno y que uno es tres; eso, sin embargo, repugnaba al sentimiento de mi de verdad de alma; tampoco veía que con ello se me ayudara en lo más mínimo’.

Por su parte Kant en 1798 afirmó que ‘A partir de la doctrina de la Trinidad no se puede hacer absolutamente nada en el ámbito de lo práctico’.

Lo más preocupante fue el planteamiento de Rahner: ‘Podemos …aventurar la conjetura de que, si tuviéramos que eliminar un día la doctrina de la Trinidad por haberla descubierto que era falsa, la mayor parte de la literatura religiosa quedaría inalterada…’ Él mismo nos desarrolla admirablemente este tema teológico en el Misterium Salutis II, ‘El Dios trino como principio y fundamento trascendente de la historia de la salvación’.

Con gran humildad y con gran sinceridad hemos de reconocer nuestros vacíos y carencias de la orientación fundante y fundamental de nuestra fe trinitaria.

Sostenemos, que no se trata, por tanto, de una confesión vacía o de una ideología que nada tiene que ver con la vida concreta.

Dios es aquel ‘en quien vivimos, nos movemos y existimos’ (Hech 17,28); es el Dios que se autorrevela como ‘comunión y comunidad’ de las tres personas divinas en la realidad de la única e irrepetible esencia divina. Todo queda bañado por su luz. Es Dios uno y trino, cuya vida se derrama, penetra en la conciencia cristiana, afecta a la comprensión que tenemos de nosotros como personas humanas y en la comprensión que tengamos del mundo.

El misterio trinitario es la clave para tener una comprensión nueva y total de la realidad y nos señala el modo de actuar en vida y de relacionarnos con los demás.

Solo Dios puede revelarse y comunicarse en entera libertad, pues Dios es infinitamente superior a todo pensamiento humano. Más allá de la ‘Biblia de la creación’, a través de la cual conocemos lo invisible de Dios, por sus obras (cf Rm 1,20); está la misión del Hijo: ‘Muchas veces y de muchas maneras Dios habló en la antigüedad a nuestros padres por medio de los profetas, y ahora en este tiempo final, nos habló por su Hijo…’ Solo por medio de él se revela definitivamente Dios trino. Von Balthasar al respecto dice en su Teológica II: ‘No existe otro acceso al misterio trinitario que el de su relación en Jesucristo y en el Espíritu Santo’.

En el encuentro con Jesús mediante el Espíritu Santo, Dios se nos ofrece como es en sí mismo. Quien entra en relación con el Acontecimiento Cristo Jesús, por su palabra, sus acciones, su padecer, su resurrección, Dios se le manifiesta a sí mismo, como él es.

Más allá de todos los pasajes del Nuevo Testamento, más allá de la reflexión, ha sido una experiencia fundamental. Por eso la Trinidad no ha sido primeramente una fórmula de fe, ni un dogma, ni una doctrina, -aunque después se tuvo que llegar a ello, sino un acontecimiento que se narra, una experiencia de la cual se da testimonio. Es la experiencia con el Padre a través de su Hijo en el Espíritu Santo, que vine al encuentro de los humanos y los introduce en su vida intradivina, trinitaria.

La Sagrada Biblia nos testifica el hecho de la autocomunicación de Dios, -particularmente del Nuevo Testamento, como Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Cito solo algunos textos ilustrativos:

-Lc 10, 21-23: ‘En ese momento, Jesús se llenó de la alegría en el Espíritu Santo y exclamó: “Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque habiendo ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, las revelaste a los pequeños. ¡Sí, Padre, porque así lo has querido! Todo me ha sido dado por el Padre, y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, como nadie conoce al Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. Podríamos señalar los textos del Bautismo, que es su entronización Mesiánica o los textos de la transfiguración.

-2Cor 13,13: ‘La gracia de Jesucristo, el Señor, el amor de Dios (Padre, según estudio de Rahner), y la comunión del Espíritu Santo estén con todos ustedes’ .

-1Cor 8,6: ‘…sin embargo no hay más que un Dios para nosotros: el Padre, de quien todo procede y a quien nosotros estamos destinados, y un único Señor, Jesucristo, por quien existe todo y por quien también nosotros existimos’.

-1Cor 12, 4-6: ‘Existen diversos carismas, pero el Espíritu es el mismo. Existen diversos servicios, pero el Señor es el mismo. Existen diversas funciones, pero el mismo Dios quien obra todo en todos’.

-Ef 4, 5-6: ‘Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, actúa por medio de todos y habita en todos’.

A lo largo de los siglos, se ha celebrado, profundizado, conceptualizado y determinado lo que ha de creerse con fe divina y católica; por supuesto desde los diversas profesiones de fe,-como el credo Niceno -Constantinopolitano (325-3819), el credo Apostólico del siglo II y sus diversas versiones, el credo Atanasiano o el Quicumque del siglo IV, el  Concilio XI de Toledo (675), y muchos más.

La fe trinitaria tiene su expresión en la liturgia bautismal (Mt 28, 19; ver Didajé 7, 1.3); la estructura de la plegaria eucarística en san Justino, 1 Apología 67; o san Hipólito, Traditio Apostólica 4.

Los enunciados del Dogma Trinitario:

-La Trinidad es un misterio absoluto, aún después de haber sido revelado; nuestro acercamiento conceptual es analógico. Puede darse en la fe y en el amor una relación dinámica de amor y de relación interpersonal consciente y mística.

-La Iglesia cree en un solo Dios en esencia y trino en personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

-Las personas divinas se diferencian realmente entre si en cuanto personas. El Padre posee la naturaleza divina sin recibirla de otro, es ingénito o no engendrado; el Hijo procede del Padre eternamente engendrado. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, como de único principio. Es la persona Amor, su procesión se llama ‘espiración’, por el mutuo amor del Padre y del Hijo.

-En Dios todo es uno, donde no obsta la oposición de relación, -In Deo omnia sunt unum, ubi non obviat relationis oppositio (Denzinger-Hünermann 1330).

-Cada persona divina es el Dios único y verdadero. Cada persona divina está en las otras.

-Las procesiones intradivinas eternas, corresponden a las misiones temporales, la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo.

Un concepto fundamental para la teología trinitaria es el concepto de ‘relación’: ser en relación, ser con, ser en reciprocidad. Así nos es más comprensible que Dios sea una comunión-comunidad de personas, -communio personarum en la única esencia divina.

La unidad de Dios es una unidad de relación de amor que supera toda comprensión racional. Las personas divinas se comunican mutuamente la única esencia divina y en este intercambio interpersonal son distintas y también son sumamente uno.

Hemos de entrar, por la gracia, en esa Communio personarum, -comunión de personas divinas para tener capacidad sobrenatural para entrar en la comunión de personas humanas y vivir plenamente el mandamiento de amar como Jesús, al Padre y a los hermanos en el Espíritu Santo.

Esta comprensión de ‘ser en relación’- ‘de ‘estar referido a’, nos acerca a la comprensión del Dios trinitario, para fundamentar nuestra relación con los demás y vernos referidos a la realidad, como seres en relación., de ser con los demás.

Para santo Tomás de Aquino la persona divina es ‘relación subsistente’, es decir, la persona divina está en relación con otra persona divina, relación mutua. La única esencia divina existe en el intercambio vital de Padre, Hijo y Espíritu Santo, dando y recibiendo, en circularidad eterna de amor: Padre que ama, -y es amado, Hijo amado que su vez ama al Padre y el Espíritu Santo, Persona Amor, y Amor mutuo entre el Padre y el Hijo.

Las personas humanas, aunque somos sustancias relacionales, recalcamos ‘ser sustancia’, ‘ser yo’; a veces aisladas. Qué importante es retomar el concepto ‘ser en relación,’ en apertura a un tú, para vivir y gustar un nosotros, con sumo respeto a la condición de persona.

En suma, el Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: ‘El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en “la jerarquía de las verdades de fe”. Toda Historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales Dios verdadero y único, Padre Hijo y Espíritu Santo, se revela a los hombres, la aparta del pecado y los reconcilia y une consigo’ (nº 234).

Todo lo que tiene el Padre es del Hijo; y el Hijo nos donará al Espíritu Santo quien nos llevará a la verdad completa; tomará lo del Hijo y lo entregará a nosotros (cf Jn 16, 12-15).

Que nuestra vida sea para alabanza y gloria del Padre, por nuestra comunión con el Hijo en el Espíritu Santo, como Iglesia, ‘multitud aunada por la Trinidad’ (san Cipriano).

Imagen de Luis Ca en Cathopic

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